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Soy profesor universitario. Trabajo por el desarrollo de Cabañas, un departamento de El Salvador, muy bello, pero también donde hay mucha pobreza, especialmente en lo educativo y cultural. Soy planificador educativo y trabajé por muchos años como director y coordinador de proyectos sociales. Me considero una persona con una visión amplia que trata de valorar lo positivo de cada quien.

domingo, 1 de mayo de 2016

BIENVENIDO MAYO Y SUS LLUVIAS


NUESTRO ÁRBOL DE AGUACATE EN CASA







 















UNA CORTINA NEGRA HA CAÍDO SOBRE EL SALVADOR

Nuestro querido país que en su pequeñez, posee una belleza natural envidiable, fue desde tiempos remotos un lugar codiciado por los primeros pobladores indígenas  para ser habitado debido a condiciones inmejorables, como su ubicación geográfica, su clima tropical que no llega a temperaturas extremas en el año, abundantes lluvias, la calidad de sus tierras para el cultivo,  su paisaje en el que se combinan la cercanía de cerros, ríos, lagos, volcanes y el mar.
Siglos más tarde con la llegada de los conquistadores españoles, regiones como las de San Salvador, Sonsonate y en menor dimensión San Miguel, que para la época pertenecían a la Audiencia de Guatemala, alcanzaron gran importancia, llegando a constituir dos siglos más tarde, zonas de poderío económico por su capacidad productiva y comercial y una fuerza muy importante de poder político en las gestas independentistas y en la posterior lucha entre los movimientos conservadores y liberales.
A finales del siglo diecinueve, con las reformas liberales,  buena parte de las mejores tierras de El Salvador fueron casi regaladas por los gobernantes de la época a familias de extranjeros y nacionales pudientes, para dedicarlas al cultivo del café, conduciendo a elevados niveles de bonanza económica pero con beneficio casi absoluto para lo que se conoce como la oligarquía cafetalera. Y más tarde, llegada la década de mil novecientos cincuenta, aquel grupo oligárquico y la denominada burguesía,  se convirtieron también junto a empresas internacionales en los inversionistas de la industria, en el marco de la integración centroamericana.
En todo el proceso histórico, los trabajadores que en los mejores tiempos constituyeron “la destacada mano de obra salvadoreña” fueron un factor clave para lograr junto al capital salvadoreño y el extranjero radicado en el país, niveles elevados de producción y productividad, tanto en el campo agrícola como industrial y de servicios.
Ante tal empuje económico, El Salvador siempre fue visto como el país líder en la región centroamericana o el pequeño Japón. Y a pesar de condiciones estructurales de una sociedad muy inequitativa y con bastante atraso en el campo político y democrático, mantuvo niveles macroeconómicos elevados del PIB, estabilidad monetaria, bajo déficit fiscal, bajo nivel de endeudamiento externo y un aceptable nivel de inversión externa directa.
Con el desenlace del conflicto armado en los años ochenta, los indicadores económicos y sociales alcanzaron niveles totalmente regresivos. Pero alcanzada la paz en 1992, la actividad económica logró de nuevo una franca recuperación y las esperanzas de volver a ser una economía más dinámica se mantuvieron durante todo el decenio de los noventa.
Sin embargo, llegados los años dos mil, con la incidencia de dos grandes terremotos, las políticas populistas y neoliberales adoptadas, los efectos de la crisis mundial, la corrupción e impunidad en las altas esferas del estado, una polarización cada vez más exacerbada a nivel político y el avance incontenible de la delincuencia e inseguridad,  la economía salvadoreña no ha parado de acercarse al estancamiento y a la recesión.
Para el momento actual, los indicadores de crecimiento económico muestran un deterioro importante, comparados con los de países que en décadas pasadas fueron más atrasados que El Salvador en Centro América.
El déficit fiscal es acuciante a pesar de la implementación de nuevos impuestos aplicados por la Administración actual. Los niveles de endeudamiento externo alcanzan proporciones preocupantes en relación al PIB. La pobreza se ha agudizado, aunque no lo muestren así, las cifras oficiales. La insatisfacción de servicios básicos como el agua, en algunas colonias del Gran San Salvador es evidente. Y la inseguridad generalizada ha caído como una cortina negra, con la constante elevada cantidad de muertos diarios ocasionados por el desborde de la delincuencia y el crimen.
El Salvador con una población de seis millones de habitantes es considerado uno de los países más violentos del mundo y desde el 2015 según cifras oficiales, muestra la mayor tasa de homicidios en Centro América, con un promedio de hasta 23 muertes violentas por día, en el año 2016.
Sin embargo, al  final del túnel, parecen avizorarse algunas luces de esperanza con las recientes estrategias más claras de combate al crimen acordadas por el gobierno, el esfuerzo permanente de las fuerzas productivas por mantener la producción agrícola y manufacturera en sectores clave de la economía y la lucha de micro y pequeños empresarios por salir adelante. Pero sobre todo, es de tener en cuenta, la entrega y tenacidad de un pueblo trabajador que sale a sus sitios de trabajo desde las primeras horas del día desafiando todos los obstáculos y confiando en que las cosas deben ir cambiando hacia mejores derroteros.


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