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Soy profesor universitario. Trabajo por el desarrollo de Cabañas, un departamento de El Salvador, muy bello, pero también donde hay mucha pobreza, especialmente en lo educativo y cultural. Soy planificador educativo y trabajé por muchos años como director y coordinador de proyectos sociales. Me considero una persona con una visión amplia que trata de valorar lo positivo de cada quien.

jueves, 14 de noviembre de 2013

¿LLEGARÁN LOS VIENTOS DE NOVIEMBRE?

DESFILE DE FLORES DE NUESTROS JARDINES 
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EL SALVADOR Y LA DEFENSA DE SU SOBERANÍA EN LA ISLA CONEJO. BREVE ANÁLISIS A LA LUZ DEL REALISMO Y LIBERALISMO



Problema

El ser un país pequeño y pobre parece que le ha destinado a El Salvador no poder ejercer la soberanía nacional plena que establece nuestra constitución  y que sostiene el derecho internacional. Ello a pesar de que Honduras es un país más pobre que El Salvador y con grandes problemas socio-económicos.

Breve marco de referencia

El Realismo es una corriente teórica que tiene su base en aportes muy antiguos como los de Nicolás Maquiavelo y Thomas Hobbes, pero se fortaleció enormemente con los aportes de Hans Morgenthau, contenidos  en su libro “Política entre las naciones”  (1948). A partir de entonces, el realismo se constituye en la base fundamental de la política internacional.

La influencia de Morgenthau y de otros exponentes realistas, es indiscutible en muchas de las decisiones tomadas por el gobierno de potencias como Los Estados Unidos de América, tanto en el marco de la guerra fría como en los tiempos actuales.  

Morgenthau al definir la política como una esfera autónoma de acción y comprensión,  establece que es deber oficial pensar y actuar en función del interés nacional. Que para que el interés nacional garantice la más eficaz política exterior, debe basarse en hechos objetivos y tangibles y no en ideales universales no alcanzables. Tal interés además, debe guiar la conducta de las naciones.

Para Morgenthau y otros realistas, los valores y el derecho internacional pasan a un segundo plano como fuente de acciones políticas.

El Idealismo, por el contrario, privilegia los valores o el humanismo y el derecho internacional y tiene su fundamento en autores clásicos como Hugo Grocio e Inmanuel Kant. Esta corriente tuvo su auge después de la Primera Guerra Mundial con su máximo exponente Woodrow Wilson.

Con el correr de los decenios, la visión idealista perdió vigencia ante el fracaso de la Sociedad de Naciones (SDN) como organismo supranacional incapaz de convencer a naciones poderosas para llegar a arreglos pacíficos y respetar la soberanía territorial de otras más débiles. Por lo que tal visión llegó a complementarse con la del liberalismo,  corriente que tomó auge en el siglo XIX y más adelante, con la visión científica de las relaciones internacionales surgida en los decenios de 1950 y 1960.

Para 1980 y con las posiciones revisadas de las corrientes tradicionales, se establece el debate ya entre neorealistas y neoliberales en temas como la actuación del estado, la cooperación internacional, la economía política, el medio ambiente, etc.

Y aunque surgen otras escuelas de pensamiento con propuestas teóricas muy interesantes y que enriquecen el estudio de las relaciones internacionales, las corrientes del neorrealismo y neoliberalismo, ocupan en la actualidad,  un lugar importante para el análisis de los fenómenos internacionales, vinculados a las actuaciones de los estados.

Donald Nuechterlein, cientista político estadounidense, en su Conferencia del 7 de noviembre del 2000 en la Universidad de Virginia, basada en su libro “Una superpotencia  evalúa su papel en un mundo turbulento”,  
http://donaldnuechterlein.com/2000/major.html     expuso al referirse a la política exterior y los intereses nacionales, en primer lugar, que el interés nacional debe distinguirse del interés público. Y que los intereses nacionales encierran un conjunto de objetivos que una nación se esfuerza por conseguir en el mundo, algunos de ellos referidos a sus necesidades y prioridades nacionales y otros que son de tipo estratégico, tanto en el área militar como en la economía.

Los primeros objetivos que señala este autor, como básicos para los Estados Unidos son: 1. La defensa de la patria: territorio, los ciudadanos y el sistema político;  2. El bienestar económico, estabilidad económica y nivel de vida;  3. Un orden mundial favorable: que requiere la evaluación de la seguridad nacional;  y 4. La promoción de los valores estadounidenses, los derechos humanos y la democracia.

Los anteriores, son intereses de largo plazo.  Y dependiendo de la Importancia en un momento dado, pueden estar referidos a: a) la supervivencia, cuando se trata de un ataque inminente al territorio nacional; b) un nivel vital, cuando existe una peligrosa amenaza al bienestar nacional; c) un nivel mayor, cuando se trata de retos serios en el extranjero a los intereses estadounidenses; y d) un nivel periférico, cuando se trata de problemas no graves, pero molestos.

El autor señala que cuando se trata de una amenaza a un interés vital, posiblemente se requiere el uso de la fuerza armada. Para este caso, establece ocho factores de valor para la toma de decisiones (Por ejemplo: la proximidad del peligro y la naturaleza de la amenaza) y ocho factores de riesgo,  para evaluar los costos, si ocurren las hostilidades (por ejemplo: los costos económicos, los siniestros estimados, el riesgo de conflicto ampliado, los costos de una derrota, etc).

Por otra parte, Nuechterlein señala las herramientas políticas de las que se puede hacer uso para apoyar la política exterior de los Estados Unidos, como son: la diplomacia, la asistencia humanitaria, la asistencia técnica, económica y militar, política comercial restrictiva, acciones encubiertas, apelación al Consejo de Seguridad, embargo comercial, etc. Y los instrumentos político militares en apoyo a la política exterior, como: la demostración de fuerza militar, la vigilancia militar, la suspensión de relaciones diplomáticas, el bombardeo de objetivos seleccionados, el uso de las fuerzas de tierra, la amenaza de utilizar armas nucleares y las armas de destrucción masiva, etc.

Como se puede deducir, existe una distancia que no tiene comparación en lo que  acontece a una potencia como los Estados Unidos y un país subdesarrollado como El Salvador, frente a la amenaza de su  interés nacional básico como puede ser la defensa de su territorio.

Y la causa de fondo para el país subdesarrollado, es la falta de recursos, aún para paliar las urgentes necesidades de su población.

De ahí que la tesis realista de responder al interés nacional en un caso dado, tiene verdadero sentido para los estados que son en verdad potencias o grandes potencias.

Caso de la Isla Conejo

A la luz del pequeño marco conceptual anterior, ¿qué tipo de actuación puede esperarse de El Salvador ante la pérdida de soberanía en el litigio de la Isla Conejo, situada en el Golfo de Fonseca y que fue ocupada por Honduras desde los años ochenta, en pleno conflicto armando interno de El Salvador?.

Lo primero que debiera hacerse es establecer claramente los hechos sobre el supuesto  acuerdo entre el ejército salvadoreño y el hondureño para que el ejército de Honduras tomara posesión de la isla.

Se sabe que los militares son gente formada en reglas estrictas de obediencia a sus superiores y en una férrea disciplina. Y que por lo general, un coronel o un comandante de guarnición no actúa de manera unilateral, sin previa consulta con sus superiores y por órdenes recibidas en situaciones como la que se analiza.

Por lo tanto, debe suponerse que la decisión de entregar al ejército hondureño la custodia de la isla tuvo que emanar del ámbito superior, es decir, del Estado Mayor, del Ministro de la Defensa  o del Presidente de la República de la época, como Comandante General de las Fuerzas Armadas.

Establecer el grado de responsabilidad sobre aquella decisión es importante, pues los funcionarios públicos y los militares en particular, han jurado defender la ley y los altos intereses del estado o de la patria, como se dice frecuentemente.

En segundo lugar, el sólo hecho de haber permitido por tanto tiempo la ocupación de parte del territorio nacional por un ejército extranjero, implica también una responsabilidad de las instancias nacionales civiles y militares del más alto nivel, especialmente después de los Acuerdos de Paz de 1992, cuando la amenaza de la acción guerrillera había terminado.

Y en tercer lugar, si la isla y el mar territorial adyacente es territorio salvadoreño, como es el sentir y pensar de todos los salvadoreños, no queda más que tomar todas las medidas al alcance para recuperarlo.

¿Cómo y cuándo recuperarlo? Dependerá de la capacidad del estado. Si fuera el caso de una superpotencia el territorio nunca hubiera sido sometido a la vigilancia de otro país. Pero suponiendo que lo hubiese hecho por alguna razón,  lo recuperaría de inmediato, utilizando su poderío económico, político y militar, pues está en juego una amenaza a un interés vital.

En el caso de un país pobre como El Salvador, el orden probablemente es a la inversa;  primero agotará todos los medios políticos y diplomáticos establecidos y hasta en un caso extremo, pensaría en utilizar otros medios.

Entre los medios no militares que podrían utilizarse, estarían por ejemplo, las declaraciones de agresión, la apelación al Consejo de Seguridad, el bloqueo económico, la ruptura de relaciones diplomáticas. Y entre las militares previas a un ataque, la vigilancia militar estricta en la zona y la amenaza militar.

La compra de aviones A 37 a Chile, aunque sea de la época de la Guerra de Vietnam,  como sostienen algunos, pudiera interpretarse tal vez, como pasos hacia una mayor vigilancia militar y hacia una amenaza militar encubierta ante la prepotencia del gobierno de Honduras de instalar en la isla la bandera nacional y realizar actos provocativos de supuesta soberanía, como los llevados a cabo el 15 de septiembre pasado.

Pero lo importante, en un análisis de política exterior, es saber que toda medida no diplomática conlleva efectos o consecuencias graves o de gran impacto, como pudieran ser: la pérdida de transacciones comerciales entre los beligerantes, el retiro de las inversiones, la salida de los nacionales de los países en conflicto, etc., etc.  

Y no es que pueda faltar patriotismo para hacerle frente a una amenaza externa, es que utilizar medidas de fuerza, frente a la provocación del Gobierno de Honduras por la Isla Conejo, para el caso, puede acarear consecuencias muy graves para la población salvadoreña que constituye también otro de los objetivos básicos de interés nacional a defender.

Frente a un caso como éste, pudiera ser que no le quede otro recurso al país agraviado por el momento, que hacer valer lo establecido en el derecho internacional y la vía diplomática para lograr un entendimiento con la contraparte. Pero de no encontrar una solución pacífica a la acción expansionista de Honduras comprobada históricamente no sólo contra El Salvador, sino también contra Guatemala y Nicaragua en otros casos, pasará a ser parte de una lucha pendiente de El Salvador hasta encontrar una solución satisfactoria para los intereses nacionales.

Esa es la triste realidad de un país pobre y subdesarrollado como el nuestro. No poder responder en la forma que lo haría una potencia y recurrir a otras instancias creadas por el derecho internacional que no necesariamente le darán la razón a El Salvador.







ALGUNAS MUESTRAS DE AUTONOMÍA DEL ESTADO SALVADOREÑO FRENTE A OTROS ESTADOS, EN LA HISTORIA DE LA REPÚBLICA



La historia de El Salvador muestra algunos hechos importantes de respeto a la soberanía y autonomía nacional que merecen ser considerados por la ciudadanía y especialmente por los gobernantes de turno de nuestros tiempos.

En 1857, durante la Administración de Francisco Dueñas, El Salvador siendo un estado recién constituido, envío un contingente militar al mando del General Ramón Belloso y se unió a la lucha del ejército hondureño, guatemalteco y costarricense  contra los filibusteros estadounidenses dirigidos por William Walker que habían invadido Nicaragua.

Walker que tenía el apoyo del Gobierno norteamericano, ante la derrota, fue capturado y llevado prisionero a los Estados Unidos;  pero ante nuevas expediciones para apoderarse de Nicaragua, terminó fusilado en Honduras.

Otro suceso importante, acaeció durante la gestión liberal de Manuel Enrique Araujo,  Presidente de El Salvador de 1911 a 1913, quien impulsara reformas importantes a favor de pequeños y medianos agricultores. Aquel Presidente mantuvo una verdadera oposición contra los empréstitos y la intervención de los Estados Unidos en los asuntos centroamericanos cuando ese país emergía como potencia económica. Por lo que algunos sospechan que la muerte de aquel Presidente, asesinado en 1913, tuviese que ver con sus rivales políticos vinculados a grupos de poder internos y a los intereses norteamericanos.

Más tarde, bajo la Administración de Carlos Meléndez, iniciador de la Dinastía Meléndez y que fuera Presidente de la República de 1913 a 1914 y de 1915 a 1918, se declaró la neutralidad de El Salvador en la Primera Guerra Mundial. Esta fue una decisión de elevado nivel de autodeterminación de un pequeño estado como El Salvador frente a la influencia de los grandes poderes europeos y de los Estados Unidos de América. 

Debe decirse, que por aquellos años el capital estadounidense había desplazado completamente al capital inglés en los diversos rubros de la economía salvadoreña y se hallaba en plena conquista de la región centroamericana.

Además los Estados Unidos venían interviniendo en Nicaragua y habían logrado llegar a arreglos, desde 1856 cuando se firmó el Tratado Dallas- Clarendon que dejaba en manos de los Estados Unidos la construcción de un Canal.  Y el 9 de febrero de 1913, cuando se firmó el Tratado Chamorro-Waitzel que le otorgaba a Estados Unidos a perpetuidad, los  derechos de construcción y usos del Canal a favor de aquella Potencia. 

El Presidente Meléndez, se opuso al Tratado Bryan-Chamorro, suscrito en agosto de 1914 entre Nicaragua y Los Estados Unidos de América  por considerarlo violatorio a la soberanía salvadoreña. Mediante aquel tratado, Nicaragua ponía a disposición de la gran potencia, los territorios del Golfo de Fonseca para la construcción de un Canal interoceánico, sin consultar a El Salvador y a Honduras. El Salvador presentó la denominada Doctrina Meléndez e interpuso un recurso ante la Corte Centroamericana de Justicia, ganando un fallo de dicho tribunal en 1917, en el que se declaraba que Nicaragua debía de abstenerse de cumplir con aquel tratado.

Por otra parte, en marzo de 1934, el Gobierno de El Salvador reconoció al Estado de Manchukuo creado por Japón dentro de territorio chino, lo que para bien o para mal,  demostraba un acercamiento con aquella potencia asiática que formaría junto con Alemania e Italia el Grupo del Eje; y representaba una especie de desplante a la posición de Los Estados Unidos y a otras potencias de Europa.

Se dice que el Presidente Maximiliano Hernández Martínez se sentía atraído por los éxitos de los gobiernos de Hitler y Mussolini y además que mantuvo varios asesores militares y financieros alemanes e italianos en su gobierno.

En 1939, comenzando su segundo período de gobierno e iniciada la Segunda Guerra Mundial, Martínez mantuvo una posición neutral al principio de aquel conflicto, por varias razones. Una pudo haber sido, su simpatía por algunas potencias del Eje; otra la situación interna  tan convulsa en que se vio envuelto su gobierno;  y la tercera, la falta de reconocimiento como presidente democráticamente electo por parte del Gobierno de Los Estados Unidos.

Pero después del Ataque de Pearl Harbor, el Gobierno Salvadoreño se vio obligado a declarar la guerra a Japón y a Alemania por razones de tipo económico y la presión de los Estados Unidos, como el resto de países centroamericanos.  

Se dice que a partir de entonces, Martínez tomó acciones como la expropiación de las tierras de alemanes e italianos radicados en El Salvador, lo que le valió el reconocimiento diplomático definitivo por parte de los Estados Unidos.

Otro hecho donde se puso a prueba la soberanía salvadoreña fue en 1969, cuando se llevó a cabo la Guerra de El Salvador -Honduras.

Sin ir a las causas estructurales del conflicto, se puede señalar como causa inmediata del mismo, la situación limítrofe y los vejámenes de los grupos paramilitares hondureños contra la población salvadoreña radicada en Honduras y que fueron avalados por el Gobierno Hondureño de Oswaldo López Arellano.

Ante tal situación, el Gobierno de El Salvador presidido por el General Fidel Sánchez Hernández tomó la decisión de ordenar la defensa de la población salvadoreña invadiendo buena parte del territorio hondureño.

Lo que se pretende destacar acá, independientemente de las causas y de los efectos de aquella decisión, es que se utilizó la guerra como último recurso, para defender un objetivo básico del interés nacional que constituía la población salvadoreña, atacada por grupos hondureños.

Pero como muestra de respeto al derecho internacional, el Gobierno de El Salvador junto con el Gobierno de Honduras recurrieron a la Corte Internacional de Justicia, para poner fin a su diferendo limítrofe y acataron la sentencia de aquella instancia en 1992.

Aunque el fallo de la Haya fue probablemente más lesivo para El Salvador, las ansias geopolíticas de Honduras continúan ahora y se centran en proclamar como propia la Isla Conejo y el mar territorial adyacente.

Ojalá que las pretensiones del Estado Hondureño en este caso, se solucionen utilizando las buenas prácticas de la diplomacia y que no se provoque más a nuestro país que ha dado suficientes muestras en el pasado, de luchar con todas sus fuerzas por la soberanía nacional, cuando se lo propone.






¿SE CUMPLEN LOS SUEÑOS?



He leído alguna vez sobre el significado de los sueños y ese es un tema muy interesante.

Los tratadistas de sueños se refieren a la “oniromancia” como la capacidad para la interpretación de los sueños y la adivinación  de su significado. Un ejemplo clásico de esta facultad se le atribuye en la Biblia a José, hijo de Jacob que fue vendido por sus hermanos y que llegó a ser administrador del Faraón de Egipto, gracias a que adivinó el significado del sueño de las vacas flacas y de las  gordas.

Pero lo que trato de demostrar acá es que mediante los sueños, en algunos casos  se puede establecer lo que puede suceder en el futuro. Pues de eso he tenido al menos dos experiencias que quisiera compartir con mis lectores.

La primera experiencia, sucedió allá por octubre de 1969, cuando mi compañero Víctor y yo, todavía vivíamos en el centro de San Salvador; pues siendo seminaristas habíamos suspendido los estudios teológicos para conseguir un empleo y vivir en carne propia lo que afrontan los jóvenes pobres en el mundo laboral. Sin embargo, hacía unos dos meses que yo había decidido abandonar la idea de seguir en el seminario, debido a problemas con el Obispo para aceptar aquel nuestro experimento.

En aquel ambiente, platicábamos con Víctor de muchas cosas. Fue en una plática de aquellas que me contó que su padre, se había sacado un premio de la lotería hacía algún tiempo. Por lo que concluimos que sacar un premio tal vez no sería algo imposible. Así que hicimos un pequeño acuerdo firmado entre los dos, que consistía en que compraríamos un número determinado de vigésimos de la Lotería,  gastando dos colones cada uno, como máximo y el que ganara un premio importante lo compartiría dando al otro, un 25% de lo obtenido.

Habían pasado algunas semanas, cuando un día me desperté muy contento y le conté a Víctor que había soñado con el número ganador de la lotería y justamente en ese día se realizaría el sorteo de la Lotería Chica. El número  soñado terminaba en 111. Víctor me aconsejó que fuera a buscar el número a la calle. Y así lo hice. Salí a la calle y me encontré con varios billeteros, pero nadie tenía ni siquiera el 11. Por lo que regresé un tanto desilusionado a nuestra habitación.

Por la noche en el pupilaje al que acudíamos para hacer nuestros tiempos de comida, a la hora de la cena, pude ver en un diario vespertino, el número ganador que efectivamente terminaba en 111. El sueño se había hecho realidad.

La segunda experiencia, sucedió allá por 1988. Yo realizaba un breve contrato de consultoría en el PNUD en San Salvador. Aquella madrugada me desperté de pronto y tenía en la mente el número ganador de la lotería que acababa de soñar, tomé un papel y lo anoté.

En la mañanita me levanté con aquella idea, pues sabía que en la tarde se realizaba el sorteo;  sin embargo, era más importante ir al trabajo. Camino a la oficina pasé en vehículo por la Iglesia de la Ceiba de Guadalupe y recordé que allí había visto vendedores de billetes. Les pregunté si por casualidad tendrían aquel el número;  y como era de esperar, no lo tenían.

Al día siguiente, el periódico publicaba los números ganadores. Y el primer premio era justo el número que yo había soñado, sólo con un dígito diferente en medio de la cifra. Aquella pequeña falla la atribuí a un lapsus de memoria a la hora de copiarlo en el papel. Es más no lo recuerdo, pues  boté aquel papel que mantuve guardado por algún tiempo.

Después de aquellas experiencias, nunca más volví a soñar con el número ganador de la lotería.  Y creo que ha sido mejor que así haya sucedido, pues nunca lo hubiera encontrado entre los billeteros y peor aún, probablemente hubiera estado en la mirilla de los amigos de lo ajeno.

Desde otra perspectiva, yo sí creo que muchas veces los sueños son reveladores; pues en muchos casos han significado para mí, una gran ayuda para la toma de decisiones.

Cuando he tenido problemas serios, antes de tomar una decisión, trato de acostarme tranquilo por la noche y en más de una ocasión en mis sueños he encontrado la respuesta más apropiada.

Y a ustedes ¿no les ha sucedido algo parecido?. Si les ha sucedido algo similar, ¿por qué no lo comparten con nuestros y nuestras lectoras, haciéndome un comentario en esta página?