Los maizales de agosto, en Cabañas
UNA PÁGINA PARA GERARDO VELASCO
(En ocasión de su partida de este mundo)
SEMBLANZA DE GERARDO
Gerardo Velasco Bonilla, era pequeño de estatura, pero con un cerebro y un corazón muy grandes.
Nos contaba que su Padre Fernando, le contrató por 2 meses al que hacía de maestro en el Cantón Chunte para instruirle en la casa, cuando él era un preadolescente. Durante ese corto tiempo Gerardo aprendió a leer, escribir y hacer las cuatro operaciones. La letra de Gerardo era del tipo palmer. Tan bonita era, que más tarde, cuando los padres pedían la mano de una muchacha para su hijo, allá por el Cantón San Marcos, él era escogido para hacer la carta. Tenía tal dominio de los números que cuando estudiábamos el sexto grado, nos ponía problemas de aritmética que nunca pudimos resolver.
A los 16 años aprendió a fumar para espantarse los mosquitos en los montes, mientras huía y se escondía con sus hermanos de la patrulla cantonal que les perseguía para llevarlos al cuartel y hacer la “platada”. Por supuesto que a ellos nunca los pudieron agarrar.
Cuando de pequeños le preguntábamos por qué fumaba o masticaba tabaco, nos decía que lo hacía para alejar los malos espíritus. Su respuesta no era para engañarnos, sino más bien para calmar nuestra curiosidad y cambiar de plática. Es más nos distraía señalando tal vez la rama de un árbol u otro objeto, mientras él se ponía un poquito de tabaco en la boca.
Si no tenía un chiste en una conversación, en el momento se lo inventaba, para hacer el ambiente lo más agradable posible.
Nunca aprendió a tocar un instrumento musical. Pero con un peine y una pequeña hoja sacaba cualquier melodía. Y en última instancia, usaba su nariz y su garganta para imitar los sonidos de la guitarra, de los platos, del trombón y del contrabajo. Este último parecía su instrumento preferido, pues si faltaba el bajo en un conjunto, para él estaba incompleto.
Estar con Gerardo, de niños era muy divertido, pues además de las historias que contaba, se sabía muchos trucos que hacía con una pita o un cordel, con granos de maíz o con un yeso, que nos dejaban medio perplejos. Con el cordel hacía la cama del diablo, la pata de gallina y otras simulaciones. Y deshacía con gran maestría, como por arte de magia, los nudos más complicados o enredados que el mismo hacía.
Él nunca despreció un trago de licor. Al contrario cuando salía lejos de casa, llevaba siempre su pachita llena de chaparro o de “guarón”. Recuerdo una vez que no había caballo disponible y tuvimos que hacer la caminata a pie, desde el Cantón San Marcos a Sensuntepeque en un recorrido de unos
Después de vivir en el campo, Gerardo se trasladó a la ciudad donde estudiaron sus hijos menores. El mientras tanto, se relacionaba con todo tipo de gente. Y aunque siempre disponía de un terreno para tener sus vacas y sembrar su milpa o frijolar, asistía a reuniones con gente distinguida del pueblo, sin ningún complejo.
Cuando mi madre decidió poner un comedor en el pueblo, él fue un apoyo importante en las tareas del negocio, lo mismo cuando decidieron poner su pequeña tienda.
Gerardo tenía un don de gentes incomparable. Los hijos e hijas, los nietos, nietas y demás familiares encontraban siempre en él a un padre y a alguien cercano a quien visitar y él los visitaba frecuentemente. Pero también las personas del campo recurrían a él para un favor o una consulta.
La gente que le conocía y le estimaba a la hora de su partida, se cuenta por cientos. A su velación llegó mucha gente campesina, pero también de la ciudad, cada uno con alguna versión de cuando compartió con él. Los niños vecinos de otros tiempos, que hoy son profesionales o personas jefes de hogar, le expresaron cada uno a su manera su cariño y su último adiós. Uno de ellos, llevó abundante pan y café a su velación y su vehículo fue el primero en fila al cementerio.
En una misa celebrada el día de su muerte, en un local de la casa, el celebrante principal Monseñor Clemente, le llamó “el compañero de mil batallas”, recordando su labor como mayordomo en
La misa de cuerpo presente, fue celebrada en una iglesia casi llena en un día lunes. La presidió Monseñor Clemente Barrera y en ella, participaron dos sacerdotes nietos: Rafael Orellana y Rogelio Velasco.
A Gerardo le faltaron sólo 2 meses para cumplir los 100 años de vida.
Su descendencia al día de hoy es de:
12 hijos,
55 nietos
103 bisnietos
7 tataranietos
Total: 177 personas
HASTA LUEGO, GERARDO
desde hacía un año,
cuando tu salud se vio de pronto
tan quebrantada.
lo designios de lo alto,
sin la más mínima señal de inconformidad,
nos reafirmó una vez más tu entrega
sin límites, hasta dar la batalla final,
como lo expresara Pablo
a su discípulo Timoteo:
“Para mí ha llegado la hora del sacrificio
y se acerca el momento de mi partida.
He combatido el buen combate,
he terminado mi carrera,
siempre fiel a la fe.
Por lo demás, ya me está preparada
la corona de justicia
con que me premiará el Señor
Aquel día…”
Tu pérdida temporal,
ha significado para tantos que te amamos,
ganarte como nuestro intercesor en el cielo.
Tu historia centenaria ha quedado escrita
con letras imborrables,
no sólo en nuestras memorias,
sino sobre todo, en nuestros corazones.
Así lo pude constatar el día de tu deceso,
cuando desfilaron centenares de personas
para decirte el último adiós.
Allí estaban los familiares
radicados en las ciudades y pueblos,
pero también en el campo;
los vecinos que te vieron a diario
y te conocieron a fondo por tu gran corazón,
por tu responsabilidad
y gran sentido del humor;
los miembros de asociaciones religiosas
que te vieron asistir constante,
a las sesiones del cursillismo,
de los carismáticos…
Yo te decía “el hombre de los mil oficios”,
Y no era broma, pues fuiste en su momento,
a mucha honra:
jornalero, arriero, corralero, empedrador,
pescador, peluquero, panadero, albañil,
tejedor, agricultor en pequeño, ganadero,
tendero, predicador, escriba de los campesinos,
y tantas cosas más.
Tú sabes que como hijo, siempre me sentí
muy orgulloso de ti.
¿Recuerdas cuando en la radio,
te ponía de ejemplo, como el gran autodidacta?
¿Y en tus bodas de oro matrimoniales,
cuando te comparé con Abrahán, bendecido
por Dios con una descendencia tan numerosa
como las estrellas del cielo
y las arenas del mar?
Gerardo, aunque fuiste mi padre
eras también mi verdadero amigo.
Por eso cuando te hablaba no te decía papá
o padre, te decía a secas, Gerardo.
No te me miraba a diario por la distancia,
pero estuvimos siempre tan próximos,
que cuando pasaba algo, tu voz resonaba
al teléfono para darme buenas o no tan
buenas noticias.
Yo sé que ahora estaremos más cerca,
pues tu espíritu nos acompañará siempre,
hasta que nos encontremos en el más allá.
No te imaginas cómo me duele hablarte así.
Estoy con los ojos llenos de lágrimas…
Al escribirte.
he comenzado a sentir otra vez
ese nudo en la garganta;
y ese triste sentimiento que
se apodera de mi ser,
al recordarte.
Desde lo más profundo de mi corazón
te digo que te extraño,
y que me harás mucha falta.
Rezo una plegaria por ti.
Y tú, intercede por mí y por toda la familia.
Saludos a mi madre y a mi hermano.
Hasta luego, querido Gerardo.
SINCEROS AGRADECIMIENTOS
MIL GRACIAS POR SUS CORREOS Y LLAMADAS DE CONDOLENCIA A:
Juan M., René, Francisco M., Víctor Manuel, Mario R., Víctor P., Juan Carlos, Mauricio L, Leonel, José Antonio, Edgar H., Mirna Patricia, Marisa, Antonio M., Armando, Samuel, Julio R., Berta P., Jorge M., Francisco M., Mario M., Carlos O.
Los verdes maizales de Cabañas