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Soy profesor universitario. Trabajo por el desarrollo de Cabañas, un departamento de El Salvador, muy bello, pero también donde hay mucha pobreza, especialmente en lo educativo y cultural. Soy planificador educativo y trabajé por muchos años como director y coordinador de proyectos sociales. Me considero una persona con una visión amplia que trata de valorar lo positivo de cada quien.

miércoles, 3 de junio de 2009

UN JUNIO DIFERENTE

LOS AMATES EN CABAÑAS



Árbol de amate en un potrero
(Con un click aumenta el tamaño)



Bajo la sombra de un amate




Amate en el patio de una casa rural



FUNES FRENTE A LA ESPERANZA Y EL RECHAZO


Este primero de junio, el pueblo salvadoreño vivió una histórica transición entre los “eternos” gobiernos de derecha y un gobierno denominado de izquierda que pretende ser representativo de los pobres y más vulnerables.

El acto de toma de posesión estuvo marcado por señales que muestran la diferencia respecto a los actos enfáticamente protocolarios de los gobiernos pasados con floridos discursos, en los que se recogían los logros y apenas se señalaban las deficiencias.

El discurso de Mauricio Funes Cartagena, Presidente Constitucional de la República, marcó la cancha para dar señales de lo que será un nuevo gobierno de izquierda.

La personalidad del Mauricio periodista, crítico, acucioso pero también idealista se ve claramente reflejada en el discurso.

Tratando de hacer una apretada síntesis me parece que el discurso fue de gran contenido, de mucha propuesta, pero también muy fuerte con los adversarios políticos.

Mauricio comenzó llamando a la unión de los salvadoreños frente a un proyecto de desarrollo nacional que tiene como base la inclusión social, la ampliación de las oportunidades, la valorización de la producción y del trabajo, la modernización de las instituciones y la garantía plena de las libertades democráticas.

El nuevo Presidente no tuvo reparo para denunciar, lo que “algunos ya hicieron mal en este país” como ha sido: gobernar para pocos, ser complacientes con la corrupción, temer y ser cómplice del crimen organizado.

Más adelante mencionó la crisis económica y el estado deplorable en que recibe la administración pública. Y por si no quedaba claro, remachó que “la responsabilidad por esta situación no es del pueblo salvadoreño si no de la elite dirigente que estuvo hasta hoy en el poder” Y frente a esos males señaló la necesidad de trabajar por la reconstrucción social, de la actividad económica y de la institucionalidad.

Como metas globales señaló: vencer la pobreza, el atraso político y tecnológico, la marginación de amplios sectores sociales y, principalmente, la desesperanza y la falta de perspectiva para la juventud.

Más adelante señaló acciones concretas que el nuevo Gobierno tratará de llevar a cabo, en el contexto de la crisis con soluciones temporales. Se mencionó medidas para atender el empleo, el crédito, la infraestructura, los servicios públicos básicos y la atención social en los municipios con más pobreza.

Posteriormente habló de reconstrucción moral y de valores y de lo que denominó una revolución ética. Aseguró que combatirá la corrupción, eliminará el favoritismo, evitará el despilfarro, acabará con la impunidad y enfrentará el crimen organizado y el narcotráfico.

Las alusiones directas de Mauricio, sobre los gobiernos pasados, en manos de ARENA, cayeron como dardos hirientes ante los oídos de los representantes de ese partido, muchos de los cuales se encontraban presentes en el mismo acto.

Las reacciones de los dirigentes de ARENA aparecieron de inmediato, con señalamientos verbales y de un campo pagado en los que se acusa al Presidente de volver a la confrontación y de olvidarse de la reconciliación que anunciara el 15 de marzo. Este hecho es apenas un indicio de la fuerte oposición que ha comenzado a activarse y que afrontará el nuevo Gobierno.

El discurso no puede ser menos que esperanzador para la mayor parte de la población que votó por un cambio de rumbo en los manejos del Ejecutivo y por políticas que beneficien a los sectores de menos recursos, que son la gran mayoría de la población.

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EL AMATE


Te encontré de nuevo

bajo la sombra acogedora

de aquel amate,

tan grande y tan fresco

como nuestro amor.


De pronto, mi mirada

se fijó en su techo

de elevadas ramas y

tupidas hojas,

por las que se filtraban

los escasos rayos de sol.


Y contemplé de nuevo

en su grueso tallo,

las raíces entrampadas

como mansas culebras

que apacibles

dormían su sueño.

Y esos dos grandes ojos

de viejas ramas cortadas

que fijaban su mirada

sobre nosotros.


Sin mediar palabra,

bajo el exotismo

de nuestro árbol,

te volví a amar intensamente

junto a la diosa verde

de la naturaleza.

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El ADIÓS DEL PADRE ALBERTO


Para muchos feligreses y para la jerarquía católica, la renuncia del Padre Alberto a su sacerdocio para unirse a otra Iglesia y contraer matrimonio es como si hubiese muerto para la Iglesia Católica.

Como humanos, lo único que tenemos seguro es la muerte. Por ley estamos sometidos a pequeñas muertes hasta que llegue la definitiva y de la que no hay escapatoria.

Hay quienes mueren y ni siquiera son conscientes que han dejado de vivir, debido tal vez a su poco sentido reflexivo. Hay otros, que son muertos en vida pues viven como autómatas y lo mismo da que existan o no existan.

Lo importante es que si algo muere, otro algo comienza a nacer de inmediato. Así lo explica la Dialéctica en su Ley de la Unidad y Lucha de Contrarios. Y así lo explicaba el filósofo más conocido por nuestra gente a quien nuestro pueblo llama con cariño “El Colocho” y quien dijo: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Juan 12, 24.

Cuántas veces se muere a un amor, porque alguien no supo corresponder, porque hubo infidelidad, o porque llegó el momento de decirle: “se acabó la peseta” o “ya estuvo suave” como se dice entre nosotros.

En ese sentido, puede decirse que El Padre Alberto Cutié acaba de morir a su sacerdocio católico para nacer de nuevo como miembro de la Iglesia Anglicana. Toda su entrega y popularidad como sacerdote católico quedará nomás como un recuerdo.

Si algo debe ser duro para un sacerdote es colgar la sotana, como se dice entre la feligresía católica. El nexo que se crea entre un sacerdote y su iglesia o congregación es mucho más fuerte que el que se da entre los miembros de una familia normal, pues además de los lazos de hermandad y de convivencia, existen fuertes ideales que se concretizan en una entrega y consagración total a Dios, a la Iglesia y al ministerio. Romper ese compromiso, no es nada sencillo, es algo existencial.

Yo no puedo ni debo juzgar si la actuación del Padre Alberto es buena o mala. Lo que sí puedo decir es que después de una intensa lucha interna con su conciencia, rompió su compromiso y su voto de castidad habiendo medido todas las consecuencias.

Al escoger otra Iglesia bastante similar a la católica, me da la impresión que el Padre Alberto no ha renunciado a sus convicciones religiosas. Pudiera decirse que lo que ha cambiado es de trinchera para continuar su lucha.

La cuestión de fondo es la posición que la Iglesia Católica mantiene alrededor del celibato, que como se sabe es más una tradición que un mandato divino, como se puede demostrar teológicamente. Sólo veamos una cita bíblica sobre el caso de Pedro, “cabeza” de los Apóstoles: “Cuando Jesús entró en casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre se le quitó. Luego ella se levantó y comenzó a servirle”. Mateo 8,14.

Siguiendo el razonamiento teológico, sólo planteo una pregunta: ¿Cómo es que la Iglesia considera al matrimonio católico algo tan sagrado a tal punto de considerarlo un sacramento. Y si es tan sagrado, por qué debe ser tan malo para que no lo asuma un sacerdote?

El celibato junto a la no ordenación de las mujeres para el sacerdocio, seguirán siendo motivo de controversia, entre la línea conservadora y la más progresista de la Iglesia.

Mientras tanto, miles de sacerdotes seguirán colgando la sotana y en muchos casos alejándose de la Iglesia.

No se puede negar que frente a la obligación del celibato, existen sacerdotes fieles a su voto de castidad, los cuales son motivo de gran admiración. Pero también sabemos de la doble moral de muchos sacerdotes que han vivido o viven con su mujer, que tienen sus hijos y siguen ejerciendo su ministerio, aquí y en todas partes del mundo.

Por la ley de la dialéctica algún día la tradición de la Iglesia para mantener el celibato podría cambiar. ¿Cuándo será? Cuando la Iglesia regrese a sus orígenes; cuando se valore más la Iglesia viviente y no la institucional; y cuando los pastores se vean reflejados en los hombres humildes seguidores de Jesús, como Pedro.


Nota: Conteste por favor, la pregunta al lado derecho del blog. Gracias