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Soy profesor universitario. Trabajo por el desarrollo de Cabañas, un departamento de El Salvador, muy bello, pero también donde hay mucha pobreza, especialmente en lo educativo y cultural. Soy planificador educativo y trabajé por muchos años como director y coordinador de proyectos sociales. Me considero una persona con una visión amplia que trata de valorar lo positivo de cada quien.

martes, 21 de agosto de 2012

AGOSTO DE LLUVIAS Y CULTIVOS


ALELÍES EN LOS CAMPOS DE EL SALVADOR
























Nuestro mundillo político

UNA CORTE DE JUSTICIA NO TAN SUPREMA EN EL SALVADOR

El sistema judicial salvadoreño, contrario a lo que sucede en países occidentales más desarrollados es débil, poco creíble y ha estado atado históricamente a los vaivenes de tipo político partidario.
No es extraño entonces que el país haya vivido en los últimos meses un  enfrentamiento entre el poder legislativo y judicial que demuestra el poco respeto por la institucionalidad y lo que se denomina el estado de derecho. Tal atropello es ocasionado por las élites políticas que con tal de responder a sus intereses particulares, violentan lo que se establece en la Carta Magna y los principios que la sustentan.
Los diferentes países establecen las modalidades de justicia correspondientes y en todos, existe una última instancia que es la responsable del control de la constitucionalidad. En el modelo estadounidense tal instancia se denomina Corte Suprema o Suprema Corte y en el modelo austríaco Tribunal Constitucional. También se da el caso que el control de la constitucionalidad es compartido por el Tribunal Constitucional y por la Corte Suprema.
Los especialistas en teoría constitucional hablan de los sistemas difusos y concentrados de control constitucional y las magistraturas respectivas. Y cómo se dan conflictos entre los órganos por el alcance de las potestades de cada uno. 
Sin entrar en esos intríngulis tan complicados, se puede advertir que existen sistemas de control de constitucionalidad que con el correr del tiempo, han ido adoptando el perfil más adecuado en el terreno de la jurisprudencia jurisdiccional y constitucional.
El principio de fundamento del control constitucional es el mantenimiento de la supremacía constitucional. Y ejercer el control político de la constitucionalidad significa tener la jurisdicción para desautorizar a otros poderes políticos ordinarios, como el Órgano Legislativo, en el caso que se violen los textos constitucionales. Este tipo de control también se llama germano-austríaco.
En cuanto a los modelos que disponen de una Corte Suprema o Suprema Corte, vale la pena mencionar los siguientes:
Sistema Británico
Gran Bretaña ha ocupado un sitio importante en el desarrollo histórico del sistema político liberal construido desde el siglo XVII, apuntalado por las ideas de John Locke y más tarde en lo que se llega a concebir como el “estado de derecho”. Tal sistema toma como elementos fundamentales: el imperio de la ley, la división de poderes, la legalidad de los actos de los poderes públicos, los derechos y libertades fundamentales y la legalidad de la administración y control judicial.
La justicia inglesa como lo señala Alipio Silveira, ver sitio:
http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/facdermx/cont/17/dtr/dtr9.pdf   “se caracteriza por la independencia, integridad y capacidad de sus magistrados, así como por su rapidez. Y algo muy importante, “en el organismo judicial británico no se tolera influencia alguna, política, directa o indirecta.”
La clave en la aplicación de justicia está en la capacidad del juez, en su incorruptibilidad y en su independencia a cualquier influencia política.
Debe decirse, sin embargo, que en el 2005 hubo una reforma constitucional dando lugar a lo que hoy se denomina el Tribunal Supremo del Reino Unido que es la máxima instancia en materia de apelación de los diversos tribunales.
Los jueces de tal tribunal son nombrados en forma vitalicia y sólo son separados de su cargo por razones de retiro por edad. Se da un proceso de selección de nuevos jueces cuando surgen vacantes.
Una síntesis del curriculum vitae de cada juez puede verse en el siguiente sitio:   http://www.supremecourt.gov.uk/about/biographies-of-the-justices.html  
Modelo estadounidense
De acuerdo a este modelo, la corte Suprema interpreta la constitución y a la vez posee el control de constitucionalidad de las leyes.
Se trata de un sistema muy complejo pero funcional,   (ver sitio siguiente): http://www.monografias.com/trabajos11/sisproc/sisproc.shtml   que mantiene instancias centralizadas de justicia en lo que se denomina el sistema de justicia federal compuesto por tribunales federales y la Suprema Corte; e instancias descentralizadas, a nivel estatal que comprenden juzgados de primera instancia, de apelación y la Corte Suprema de cada estado.
Sólo la Suprema Corte puede declarar la inconstitucionalidad de las leyes federales o estatales y actos del poder ejecutivo federal o estatal; y sus decisiones son inapelables.
Los jueces federales tienen competencia sobre la aplicación de normas federales, tratados internacionales y la aplicación de la Constitución Política.
En cuanto a los jueces de la Suprema Corte, debe decirse que son seleccionados por el Presidente de la República,  pero para ser nombrados deben ser confirmados por el Senado, lo que contribuye a que el Presidente seleccione un candidato lo más idóneo y honorable posible.
Por otra parte, el tiempo de servicio de los jueces de la Suprema Corte es vitalicio,  con el propósito de asegurar el mayor grado de imparcialidad e influencia política; y los jueces sólo pueden ser destituidos por el Congreso de los Estados Unidos, mediante un proceso establecido o pueden renunciar cuando lo estimen conveniente. (Ver sitio):
Los ejemplos anteriores  debieran hacernos reflexionar como pueblo salvadoreño, sobre la importancia de un sistema judicial bien organizado, capaz e independiente.
La clave parece estar en la calidad de los magistrados (jueces) que deben ser hombres y mujeres probos, competentes y sin ataduras políticas.
Al final, no importa tanto quien nombre a los magistrados, el Presidente de la República o la Asamblea Legislativa; lo importante es que se seleccione a personas íntegras, honestas, incorruptibles y competentes, pero también independientes de los partidos y otras fuerzas políticas o económicas.
Pero por otra parte, se requiere que los órganos del estado, los funcionarios públicos y la ciudadanía respeten el estado de derecho. De tal manera, que se cumplan las leyes establecidas y en su momento, se obedezca al máximo nivel de justicia, como garante de la interpretación de la Constitución y de la constitucionalidad de las leyes.
Los desmanes, arbitrariedades y atentados contra la institucionalidad por parte de los representantes de los Órganos del Estado en la presente lucha de poderes que ha vivido el país, sólo refleja cuán lejos estamos de una sociedad institucional y democrática madura.
Al llegar a un acuerdo político,  para nombrar a los magistrados que formarán parte de la Corte Suprema de Justicia actual, se espera que las fuerzas políticas representadas en la Asamblea Legislativa aprendan las lecciones que deja este conflicto de poderes.
En el futuro se espera que los diputados sean más cuidadosos para cumplir con lo ordenado en la Constitución de la República y para nombrar a mujeres y hombres probos, diligentes y competentes para dichos cargos.





CAMPESINO, AMIGO

Esta tarde, casi entrada la noche,
te he visto sentado
en el quicio de tu humilde puerta.
Tu camisa abierta y desabotonada
denotaba  el calor de estos días de agosto;
y tus pies sucios y descalzos,
lo duro de tus largas jornadas.

En verdad,
ésta es  la época de más trabajo para ti.
Pasada la primera cosecha de maíz,
llega la dobla  y la nueva siembra
del frijol y de la postrera. Después la abonada,
la fumigada y el deshierbo,
hasta ver los frutos en octubre y noviembre,
como un justo premio a tanta energía gastada
y a tanta ilusión puesta en cada surco ,
en cada semilla y en cada planta.

Tu mirada  perdida hacia el infinito,
tal vez refleje tus planes alegres,
si todo sale bien con tus cultivos;
pero también,  tus preocupaciones,
si acaso llega una sequía,
si llueve en exceso,
o si el viento troncha las matas crecidas.

De pronto, me he puesto en tu lugar
y me he preguntado:
¿cómo puedes estar tan feliz,
se trabajas tanto de sol a sol;
si ganas tan poco
y  en tu casa construida de tierra,
apenas les alcanza la chiva para
los frijoles, las tortillas y el con qué?.

Y  más que respuestas,
 encuentro nuevas preguntas:
¿será que tu dicha no está hecha
de rutinas en una oficina,
de luz artificial,
de humo y de ruido de vehículos,
de artefactos robóticos,
de espacios de cemento
contados en metros cuadrados
y de momentos estresantes
trazados por rígidos horarios?

O será más bien,
que tu  espíritu se nutre con el verde
interminable de los cerros y de los prados;
con las aguas ruidosas
de quebradas y riachuelos
convertidos ahora en torrentes;
con el arrullo de hojas movidas por el viento;
con el color de plumas vistosas
y cantos bullangueros de pájaros;
con las fragancias exóticas de hierbas silvestres
y el néctar de flores diversas;
con esos amaneceres colmados de luz y esperanza
y esas caídas de la tarde tan tranquilas y bellas?

En medio de todo, te envidio querido amigo.

Ramiro Velasco, agosto de 2012






LOS MENDIGOS DE SAN SALVADOR

En las calles de San Salvador proliferan cada vez más los mendigos y mendigas. Los hay niños, jóvenes, adultos y ancianos.
Por supuesto que esta población es una denuncia a grandes voces, del sistema de injusticia que está a la base de la sociedad y de la falta de oportunidades de un trabajo digno y bien remunerado.
Los casos más patéticos de mendigos son los de mujeres jóvenes con sus bebés en brazos, como escudo para lograr la compasión; lo mismo que los ancianos que utilizan todo tipo de distintivo para mostrar su necesidad como: muletas, piernas deformes, brazos vendados, rostros desaliñados, vestidos sucios, etc.
Muy lejos quedaron aquellos tiempos en que estos seres surgidos de la pobreza extrema, pasaban pidiendo por las casas y se contentaban con un poco de comida.
La primera mendiga que conocí muy bien, era una señora mayor que vivía a dos cuadras de nuestra casa en Sensuntepeque. Su atuendo particular era un tapado negro en la cabeza y sus zapatos de lona. Ella, aunque tenía sus hijos con sus medios de  vida indispensables, salía todos los días a pedir por las calles y según decían sus hijos, a pesar de que la familia trataba de impedírselo, salía a las calles por el vicio de pedir.
Hace unos cincuenta años,  los mendigos eran sobre todo mujeres y hombres ancianos, borrachitos o personas  minusválidas que pedían un cinco de colón a la entrada de las iglesias.
Años más tarde, se convirtieron en gente ubicada en las esquinas de las calles de mayor tránsito. En los años setenta pedían diez centavos y allá por los años ochenta, una peseta.
Recuerdo muy bien a mediados de los setenta a un bolito que era muy respetuoso para pedir y que le decía a uno: “bachiller, regáleme una peseta”; en los años noventa subió el tratamiento y le decía a uno “licenciado, regáleme un colón”. Esa anécdota refleja cómo había aumentado el nivel educativo de las personas, pero también cómo había subido el costo de la vida.
Ahora los mendigos se ubican en las esquinas estratégicas de las principales calles de las grandes ciudades, esperando el rojo del semáforo para solicitar una moneda a los conductores de cada vehículo. Allí, abundan adultos, jóvenes y niños que ofrecen alguna baratija como distractor para llegar al conductor o pasan un trapo sucio a los vidrios del carro, para pedir o casi para exigir una cora (veinticinco centavos de dólar) o lo que sea la voluntad del acosado.
Entre los mendigos, los hay con todo tipo de temperamento. Algunos son de verdad sencillos y humildes y se ve que es gente que por lo general procede del campo; otros son malencarados y muestran rápido su enojo, si no reciben nada; existen también aquellos que con más decencia presentan un pequeño show haciendo malabarismos con limones y otros objetos más sofisticados.
Conozco a dos personas que viajan a diario a San Salvador desde las ciudades de Cojutepeque y San Vicente y que probablemente sufrieron mucho con los terremotos del 2001.  Ellas comienzan su tarea de pedir lo más tarde a las siete de la mañana y se retiran a eso de las dos de la tarde con lo recaudado, como si se tratase de su trabajo diario. Son personas no muy mayores, con vestimenta limpia que tienen su propia esquina, casi con derechos adquiridos.
Se puede decir que la gente tiene sus mendigos preferidos. En mi caso, prefiero darle una limosna a los borrachines consuetudinarios que me los encuentro especialmente en los pueblos pequeños y que no hacen ningún mal a nadie. Pero nunca les doy a los niños, por evitar que se acostumbren a pedir y a tomar la calle como su destino.
Mi mendiga estrella es una viejita flaca de unos setenta años, vestida de negro. Ella siempre está parada frente a una casa, a la entrada occidental de Santa Tecla, viniendo por la Carretera Panamericana. La impresión que causa es que tiene una enfermedad mental. Ella ni siquiera solicita ayuda. Desde que la descubrí, detengo la marcha del vehículo, le pito y le tiro una moneda de dólar que ella recoge, sin siquiera dar muestras de agradecimiento. Pero para mí, ella merece mucho más, por su incapacidad y porque pasa desapercibida por la mayoría de transeúntes y personas que se conducen en vehículo.
Pienso que en medio de tanta desgracia, a los mendigos no les va tan mal al menos en San Salvador, pues la gente siempre les da algo. Si no ya hubieran abandonado la calle. Y puedo asegurar otra cosa. Ellos aunque llueva y se mojen, soporten frío y el sol inclemente, siempre están en sus esquinas. Lo que significa, que contrario a otras personas que disponen de muchos recursos, casi nunca se enferman de gravedad.  Esas son las compensaciones de la vida y tal vez las “ventajas” de vivir en la calle.




POR FAVOR, CONTESTE LA PREGUNTA QUE SE FORMULA A CONTINUACIÓN. SU OPINIÓN ES MUY IMPORTANTE. GRACIAS. 


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