FLOR DE MAYO EN EL SALVADOR |
(Fotografías de Ramiro Velasco)
(Con un klick aumenta la imagen)
LAS FLORES
DE MAYO EN EL DEPARTAMENTO DE CABAÑAS
La
zona norte de El Salvador fue tradicionalmente una zona muy católica, debido a
que muchas familias españolas se radicaron allá desde tiempos de la Colonia.
Probablemente el asentamiento de las familias se dio mayormente al huir de San
Vicente, a partir del Levantamiento del Indio Anastasio Aquino y sus tropas, que
tuvo lugar en la zona de Los Nonualcos en el Departamento de La Paz y San
Vicente, en 1833. Según contaban los abuelos, sólo en Sensuntepeque y sus
alrededores, se establecieron unas cuarenta familias de blancos por aquella
época.
Para
los años 1950-1960, la celebración a la Virgen María en todo el mes de mayo era
algo muy particular y todavía subsiste en algunos cantones. Mayo además de ser
considerado el mes de las flores, era el mes de la Virgen.
La
flor de mayo tenía también otra
connotación; se denominaba así, al reparto de los días del mes a cada una de
las familias para celebrar a María. A mi familia, los Barrera, le tocaba el día
22 de mayo; una fecha difícil de olvidar que se fue heredando de los abuelos a
los padres y de los padres a los hijos.
Desde
el día anterior a la fecha asignada, había que ir a cortar las flores de mayo y
depositarlas en canastos para no maltratarlas y poder rociarles agua para mantenerlas
frescas.
Recuerdo
haber ido una vez con algunos señores y mis hermanos mayores a cortar las
flores por zonas áridas y barrancosas, pues el tipo de árbol de flor de mayo, crece
mayormente allí. Había árboles de todo tamaño, algunos incrustados entre las
rocas. Los había con flores blancas y otros con rojas. Los hombres que se
subían al árbol, llevaban una vara y en ella, una cuchilla bien afilada. El
gajo de flores quedaba prendido en la vara y de ahí era depositado en una bolsa
de manta. Cuando la bolsa estaba llena, se bajaba con un lazo y las flores se colocaban
en el canasto.
Celebrar
la flor de mayo como ejercicio cristiano no dejaba también de tener un sentido
de sana competencia entre las familias, pues todos se esmeraban porque su celebración
fuera la mejor.
Llegada
la noche anterior al día señalado, se llevaba a cabo la enhebrada. Se trataba
de una velada alegre en la que no podía faltar el conjunto musical que
realizaba una verdadera serenata con música de cuerdas e interpretación de
canciones populares. En las casas se alumbraba con lámparas de alcohol, con
velas o candiles.
La
tarea de los asistentes adultos y de los jóvenes era enhebrar las flores en
hilos largos como de unos tres metros, utilizando agujas para ensartar cada
flor desde el tronco, hasta formar una especie de larga cortina.
Mientras
se enhebraban las flores, los anfitriones de la casa llamaban por grupos a la
mesa a todos los asistentes para degustar los tamales de gallina y el abundante
pan colocado en la mesa. Entre el pan dulce había quesadillas, semitas, marquesotes
o torta de pan. Entre las bebidas se servía café o chocolate. El ambiente era
muy alegre entre los hombres, en cuyos pequeños grupos seguramente había algunas
botellas de chaparro del fuerte, que se tomaba en forma un poco clandestina y
sin mayores excesos, pues no se permitían desórdenes.
Como
en la mayoría de enhebradas no faltaba la lluvia, la gente que se desplazaba a
pié de regreso a su casa, tenía que llevar algo para protegerse y linternas
para caminar por las veredas o caminos estrechos; pero todo aquello formaba parte de una bonita y
alegre tradición. En los días de luna, que eran escasos debido a las lluvias,
la caminata era más alegre y agradable.
Al
día siguiente de la enhebrada, la cita para el encuentro era en la capilla del
Cantón. La familia encargada tenía que arreglar la iglesia desde temprano de la
mañana. Además del aseo en el piso, se colocaban los hilos de flores formando
cortinas de un lado a otro, en la nave central de la iglesia y por supuesto
junto al altar de la virgen.
A
media mañana se repicaban las campanas y reunida la comunidad se hacía el
rosario cantado, acompañado de los músicos y la quema de abundante o limitada pólvora,
dependiendo de la capacidad económica de la familia a cargo.
Al
terminar el acto religioso, se recordaba a los asistentes la cita para la
noche, en la siguiente enhebrada.
Para
los que vivimos aquellas épocas, mayo era más que de lluvia y de flores; era el
mes de la Virgen, de las enhebradas y de la alegría campesina. Ahora mayo es
para nosotros, tal vez sólo un mes de gratos recuerdos.
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MORENA
Morena como la tierra
del Señorío de Cuzcatlán,
de los pipiles como Atonal
y el Rey de los Nonualcos.
Morena, como el atol
de maíz negrito
bien cargado de alguashte,
de chiles, de pimienta y de
canela.
Morena, como el azúcar,
como la chicha y la panela
que da la caña
de nuestros valles.
Morena, como las tardes
tan misteriosas
cuando se esconde el sol
entre los cerros.
Morena, como las nubes
de las fieras tormentas
y de los vientos
huracanados
en cada invierno.
Morena, como las cumbres
de nuestros montes
y como el hondo abismo
de los volcanes.
Morena, como las rocas
que besa el mar
con tantas ansias,
en esa noches de luna
nueva.
Morena, como princesa
cuando caminas con gran
soltura,
mientras provocas
la mayor fuerza de los sentidos.
Morena, como un hechizo
que colma el vaso
de los ensueños y de las
ansias
de amor sin freno.
(Ramiro Velasco, mayo. 2011)
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ANTECEDENTES
HISTÓRICOS DE LA POLÍTICA "CHUCA" SALVADOREÑA
El
presente artículo es parte de dos breves entregas sobre la política salvadoreña
escrito más en serio que en broma. La primera, y que se presenta a
continuación, se remonta desde mediados hasta finales del siglo XIX; y la
segunda, que hará referencia al siglo XX, será presentada en una próxima
oportunidad.
La
política como se sabe no es mala, como mucha gente cree, pues presupone de los
agentes políticos acciones rectas y convenientes para la sociedad. Sin embargo,
existe un comportamiento político totalmente incorrecto por parte de muchos
políticos que debe ser recriminado por la ciudadanía.
En
enero de 2009, medio en broma, medio en serio, acuñé un término nuevo que
podría agregarse al marco conceptual de nuestra ciencia política criolla, fue
el de Política Chuca (Política Sucia). (Ver Blog de Ramiro Velasco, febrero de
2009).
Ese
concepto que es mayormente aplicable a lo sucedido en El Salvador en los
últimos treinta años, considero que tiene aplicación también para tiempos más
remotos.
El
concepto podría ser definido así por el diccionario: Política Chuca, Amer. Se dice de las personas que intervienen en los
asuntos públicos de manera amañada y que irrespetan las leyes o las acomodan a su conveniencia, para dar
respuesta de manera prioritaria a sus intereses personales o de grupo.
Frente
a la posible reacción de los letrados en materia política a este nuevo concepto,
contestaría que no desconozco el contraargumento con el que tratarían de botar mi
propuesta, al señalar que la política no se rige ni por la moral ni por la
ética. Debo decir que el fundamento de mi definición considera que la política
también tiene sus límites en el contexto social, como lo sostiene Silverio
Sánchez en su obra “Los conflictos entre ética, moral y política: criterios
para su negociación”. http://revistas.ucm.es/inf/11357991/articulos/CIYC0303110039A.PDF El autor sostiene en su obra, que “El grado de
inmoralidad de la política sólo puede conocerse por el quantum de leyes
incumplidas… y que el Derecho y la Jurisprudencia son las formas positivas del
ser moral de la política”. Lo anterior, presupone que la ley para ser
establecida debe responder al bien común y a lo más adecuado y conveniente para
la sociedad.
Entrando
en materia, debo decir, que es bien conocido el hecho histórico de que buena
parte de nuestros políticos han considerado su participación en la cosa pública
como el arte de servirse con la mejor cuchara de los bienes del estado, utilizando
las influencias o poder desde los cargos públicos y la característica muy
salvadoreña de la “vivonada”, “vivianada” o “sinvergüenzada”, a costa del
grueso de la población que paga los impuestos, que les elige y que sostiene todo
el aparato del estado.
La
política a través de la historia de El Salvador merece ser mayormente estudiada,
aunque hay reseñas y estudios muy interesantes y bien documentados.
Nos
remontaremos hasta mediados del siglo XIX, con el propósito de describir alguna
acción importante de política chuca llevada a cabo por partidos políticos o
grupos en el poder.
Como
lo señala Sajid Alfredo Herrera en su estudio ¿Liberales contra
conservadores? Las facciones políticas en El Salvador del siglo XIX,
“A
lo largo de aquella centuria las facciones en El Salvador lograron constituirse
como agrupaciones menos efímeras, pero cuya denominación “partidos”, distaba
mucho de representar a los institutos que ahora conocemos con ese nombre”.
Los
partidos conservadores más apegados al status quo, se caracterizaban entonces, por
tener el apoyo de los grupos tradicionales y de la Iglesia Católica. Las
facciones o partidos liberales eran apoyados por quienes compartían las ideas
revolucionarias de la época en cuanto al liberalismo, el anticlericalismo y
algunos avances democráticos.
Sólo
para finales de aquel siglo, la competencia electoral corrió entre partidos más
estructurados, al pretender una mejor administración del estado y debido a las
exigencias del proceso modernizador requerido por las nacientes élites
económicas que desde mediados del siglo, fueron constituyendo la oligarquía
cafetalera.
De
los gobernantes calificados como liberales en nuestro país, son más representativos:
Gerardo Barrios que inició el proceso de transferencia de haciendas públicas
para el cultivo de café (1859); Rafael Zaldivar (1880- 1885) que impulsó el
laicismo de la enseñanza y la secularización de los cementerios; y Francisco
Menéndez que encabezó la revolución liberal (1885) que fue plasmada en la
constitución de 1886.
Tal
vez el más grave pecado de los liberales, pero también de varios conservadores
de la época, y que para nuestro análisis puede considerarse como “política
chuca” fueron las acciones y la legislación amañada para la extinción de ejidos,
que arrebató las tierras comunales a los indígenas (1881- 1896) con la
pretensión de “llevar la República a la modernidad”.
De
esta temática por suerte contamos con el aporte histórico valioso de varios estudios
como: El Salvador, la tierra
y el hombre de David Browning; Acumulación
originaria y desarrollo del capitalismo en El Salvador de Rafael
Menjívar; La
economía de El Salvador en el siglo XIX de Héctor Lindo-Fuentes; Una
República Agraria de Aldo
Lauria-Santiago; y La tenencia de la tierra en El Salvador de Geraldina
Portillo. Ver para una mayor profundización: Los grandes debates en la historiografía económica de El Salvador durante
el siglo XX. Inédito de
Ricardo Argueta, 2007, en el sitio http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff&id=1407
En
el proceso de extinción de ejidos participaron también políticos conservadores
como el Licenciado Francisco Dueñas que fungió como Presidente de 1865 hasta
1871, y emitió una serie de edictos por los que se obligaba a los propietarios
a legalizar sus propiedades y cercarlas en un tiempo perentorio a riesgo de
perderlas. Los edictos puestos en las paredes de las alcaldías, tenían
dedicatoria: llevaban la mala intención de despojar a los indígenas de sus
ejidos y a los campesinos pobres, ambos grupos sociales en su gran mayoría no
sabían leer y no tenían el dinero para escriturar sus parcelas.
El
Presidente Dueñas quedó marcado por la historia por la “facilidad para acumular
gran cantidad de tierras, principalmente nacionales, ejidales o comunales, con
suelos apropiados para el cultivo de café, caña de azúcar y la ganadería”. Se dice que agotó las reservas de
alambre de púas para cercar lo que pudo. Por algo le bautizaron con el apodo de
“Chico Cerca”, debido a la cantidad de tierras que mandó a cercar para su
provecho, el de su familia y amigotes políticos. (Ver Arias Gómez, Jorge, en el siguiente sitio)
El proceso para
crear leyes injustas en tal sentido, fue impulsado por el Presidente Rafael
Zaldívar que promovió la abolición de las tierras comunales en 1881. El Poder Legislativo
emitió el primer decreto de extinción, el 14 de marzo de 1882. http://www.flickr.com/photos/sinserencontrado/3527455238/sizes/l/in/photostream/ A partir de
aquella fecha, se despojó a indígenas y campesinos ubicados en las zonas más
ricas del país, de sus sagradas tierras, quienes para subsistir se vieron
obligados a entregar su fuerza de trabajo por un pago miserable, en las nuevas
fincas de café.
El tiro de gracia sobre la extinción de
las tierras comunales lo dio la Asamblea Nacional, el 24 de abril de 1891, durante la Administración del
Presidente General Carlos Ezeta. (Ver decreto en el siguiente sitio) http://www.flickr.com/photos/sinserencontrado/3526644659/sizes/l/in/photostream/
A partir de 1898, con la llegada al
poder del General Tomás Regalado, la Presidencia de la República va a quedar en
manos de los terratenientes cafetaleros.
¿Qué mejor ejemplo de “política chuca” por
parte de los políticos de la época, que la decisión de eliminar los ejidos y
tierras comunales, que eran el patrimonio ancestral de los indígenas y de los
campesinos que habían adquirido sus parcelas desde la época de la Colonia?.
Debido a tal maniobra política de despojo, los gobernantes y políticos de
turno, respondieron a sus propios intereses y a los intereses de clase, de
forma antiética e inhumana.
Lo más repudiable de esta historia es
que del manejo político inadecuado para fomentar el cultivo del café a costa de
los pobres, surgieron las familias de los nuevos oligarcas criollos a los que
se les unió una buena cantidad de inmigrantes europeos (1869-1872) que llegaron
a invertir sus capitales para convertirse también en familias pudientes y
llegar a ser la clase dominante salvadoreña del siglo XX.
Este tema, continuará en la próxima
entrega.
POR FAVOR, CONTESTE LA
PREGUNTA QUE SE FORMULA A CONTINUACIÓN. SU OPINIÓN ES MUY IMPORTANTE. GRACIAS.