GUARUMOS DE NUESTROS CAMPOS |
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MUNDILLO
POLÍTICO
PARODIA DE LA
PARTIDOCRACIA
ACTO I
*Pertenecen
todos, a la misma calaña.
Muchos
nacieron y vivieron antes en
lugares
un tanto atrasados, pero ahora
viven
como señores, en las mejores
zonas
residenciales.
*
La mayoría son políticos “hechos a
machete”
o forjados con el sudor de la
famosa
camiseta. Algunos la han sudado
tanto,
que ya les echa un olor a rancio
que
molesta.
* Andan siempre custodiados con
guardaespaldas
o con policías, mientras
que
el pueblo que paga los impuestos,
sufre
la inseguridad cada día, sin que
nadie
lo defienda.
*Comen
a toda hora y “frito”, como
dicen
los campesinos, y beben caros
licores
con cargo a las partidas del
presupuesto
nacional. Mientras la gente
de
a pié lleva sus pancitos a la
oficina
o unas tortillas para tostar, a la
hora
del improvisado almuerzo.
*Los
de la Asamblea prefieren que
las
sesiones se alarguen, pues entrada
la
noche, todos los gatos son pardos
y
es mejor para dar los madrugones.
*Su
filosofía política es hacer pisto a
costa
del pueblo a “quien se deben y
por
quien lucharán toda su vida” claro,
haciendo
sus marufias y retorciendo
las
leyes a su favor.
*Para
ellos, la política es ganar las
próximas
elecciones, tal vez no
llenando
las urnas de “tamales” como
en
los tiempos de Conciliación, sino
comprando
las voluntades de los más
humildes,
con los recursos públicos
a
través de la deuda política y
gavetazos
en las alcaldías y otras
entidades
del estado.
*Algunos
pasaron de revolucionarios
a
robolucionarios y otros, pregonan
que
se mantienen en la línea más
derecha
(pero no tan recta), que les
trazó
su líder histórico.
*La
mayoría tiene su cuerpo cubierto
con
cuero de lagarto para poder vivir
en
un entorno lleno de rivalidad, de
intrigas
y de hipocresía. Y parece
que
la nariz les crece a diario, por
tanta
media verdad con que tratan de
engañar
al pueblo.
*Otros
pasaron a engrosar la familia
de
los dinosaurios, pues se quedaron
atrapados
en el parque jurásico de la
asamblea
y de las municipalidades,
debido
a los buenos sueldos y
prestaciones
jugosas. Fuera de aquel
ambiente
parece que ya no pueden
vivir.
Pero si se retiran algún día,
llenarán
antes sus maletas de pisto
con
buenas bonificaciones por
“haber
trabajado tanto” como dijera
un
conocido señor.
*Prefieren
estar juntos en la
manada,
para oírse sus discursos
y
arengas, siguiendo por supuesto
las
instrucciones de su dirigencia.
*Juegan
muy bien al teatro, cuando
tocan
los temas ideológicos, pues
parece
que se van a dar de balazos.
Sin
embargo, todo se queda en puras
palabras,
pues “chucho no come
chucho
y si come no come mucho”.
*Se
exaltan y vituperan cuando se
les
recuerda su pasado durante la
guerra,
cuando se vieron envueltos
en
escenas de sangre que dejaron
tanto
dolor. Pero después de
la
ley de Amnistía, muchos de ellos
son
personas honorables.
*La
mayoría son verdaderos
borregos
que siguen a ciegas a su
jefe
de fracción. Ellos no tienen
criterio
propio como les manda
la
Constitución, al contrario, se jactan
de
ser disciplinados y obedientes.
*Antes
se les llamaba “chivos” porque
sólo
agachaban la cabeza cuando
debían
votar; ahora parecen estar
programados
como robots no para
levantar
la mano, sino para apretar el
botón
a conveniencia de la cúpula,
a
la que se deben y la que siempre
tiene
la razón.
*Algunos
son expertos para
ajustar
las leyes no por la vía
del
derecho, derecho, sino del
torcido;
toda vez que responda
a
sus intereses y a los dirigentes
del
grupo del que forman parte.
ACTO II
*De
pronto cuatro magistrados,
se
salen del guacal de más de
ciento
ochenta años y tratan de
responder
a lo que el pueblo
demanda,
en el marco de la
Constitución
que históricamente
ha
sido violentada.
*Los
políticos de siempre,
maquinando
y tirando nuevos
decretos,
como tantas veces lo
hicieron,
tratan a toda costa
de
salvar las prebendas y
privilegios
de la llamada
“partidocracia”.
*En
la tarea de mantener
ese
predominio partidario,
enrolan
al presidente, que de
pronto
se convierte en hacedor
de
leyes y defensor del sistema
tradicional
partidario.
*
El presidente mide su
entorno
y encuentra que puede
perder
los votos de partidos
reaccionarios
vestidos con traje
de
progresistas.
*Parece
que el hombre ha
quedado
atrapado en las fauces
del
Frente y de GANA que
ahora
son los verdaderos
partidos
de gobierno.
*
Olvida el gobernante que se
encuentra
en ese puesto,
gracias
al apoyo de la clase
media
que esperaba verdaderos
cambios
en la cosa pública.
*Pero
los cambios han resultado
sólo
cambios de calzoncillo.
*
De continuar así las cosas,
no
quedará otra, que la
sociedad
civil salga a las calles
para
lograr de una vez por todas,
una
reforma política de verdad,
en la que el pueblo decida su porvenir.-Nuestros cielos de julio |
AMOR ETERNO
Más allá del cerro
y de aquella nube blanca
en la inmensidad del espacio,
hay un sitio especial
hecho de quietud
de sueños y de ilusiones.
Y lejos de la nube negra
cargada de insólitos presagios,
aún quedan tramos de cielo
descubiertos
colmados de esperanza.
Hasta allá trepan mis ansias
y mis anhelos.
Hasta allá extiendo mis brazos
para poder alcanzarte,
a pesar de la distancia.
A fin de lograrlo,
navegaré sin descanso
los días y las noches,
a la par de las estrellas.
Y cuando estemos juntos
tan cerca de la gloria,
seguiremos volando
con las alas del viento,
hasta perdernos abrazados
en el azul eterno.
Ramiro Velasco, julio de 2011
-
CAMINANDO
POR SENDEROS ESTRECHOS
Eran
mis años de infancia. Cómo me gustaba cruzar el camino real desde el Carao hasta
llegar a las faldas del Cerrito o seguir
el camino a la Aserradera, sitios todos un
poco alejados de la casa y dedicados por la familia, al cultivo de maíz y de
frijol.
Pero
resultaba más fascinante continuar por la vereda hasta la Montañita que era un pequeño bosque primario, refugio
de aves y animales silvestres. En la parte baja de aquel santuario natural, había
un terrero con mucho barro blanco, donde mi padre cultivaba arroz; lindando con
éste último, había una huerta de guineos majonchos y guineos manzanos. A poca
distancia, donde pasaba el arroyo, un
sembradío de zacate camalote para las bestias; y casi entrando a la parte
boscosa, varios árboles de mango muy altos y gruesos.
Para
llegar hasta lo más alto de la Montañita, había que tomar otra vereda que casi
bordeaba la propiedad y subir entre rocas y pequeñas lajas movedizas; lo que
para mí resultaba muy divertido, pero a la vez muy agotador.
Al
tope del bosque, se encontraba el nacimiento de agua pura que brotaba del
propio centro de una gran pared hecha de roca. Hasta aquel refugio escondido llegaban
a menudo mis tías (Fide e Inés) para llenar los cántaros y poder tener en casa
del abuelo, donde yo vivía, el agua más pura y sabrosa de la zona.
Mientras
las tías llenaban los cántaros, yo aprovechaba para bañarme en una especie de
pequeña piscina hecha de laja. Desde aquel pequeño paraíso, escuchaba
diversidad de pájaros y oía los chillidos de otros animales que seguramente protestaban
al verse invadidos en su propio hábitat.
Al observar el agua cristalina, más de alguna vez pegué un grito al ver caminar
un cangrejo con aquellas largas tenazas que
amenazaba con atacarme.
Hasta
aquel sitio escondido regresé muchas veces ya de preadolescente y de joven, en mis meses de
vacaciones. Y siempre me llamaron la atención los grandes árboles incrustados
entre las rocas antiquísimas. Al preguntar por su nombre me dijeron que unos
eran de “aguacate mono”, porque sus frutos eran un plato preferido para
aquellos pequeños animales que vieron de niñas, mi madre y mis tías. Había
también muchos guarumos y chumuros. Pero el árbol más peculiar era un guaycume,
uno de los pocos frutales, metido entre aquellas rocas de tamaño considerable. Aquel
árbol servía de referencia para la familia dentro del pequeño bosque; y sus
frutos maduros, color amarillo intenso eran dulces y empalagosos. No vi de
aquella especie, otro árbol en ningún lugar de la comarca.
No
sé si los guaycumes eran comida favorita de los mapaches y tepezcuintles. Pero por
ahí caminaban con frecuencia aquellos animales, según me contó mi padre,
mientras caminábamos entre las rocas desde el nacimiento de agua hacia los
árboles de mango. En aquella oportunidad, el me mostró una especie de túnel que
rodeaba una gran roca, con una pequeña puerta de entrada movediza hecha también
de piedra. Ahora lo asocio con esas pequeñas pistas de los trencitos
eléctricos. Me explicó que era una trampa que él mismo había construido para
cazar tepezcuintles. Pues aquellos animalitos al ver las semillas que él les
depositaba, se metían en el túnel, pero al intentar salir, se disparaba otra
laja que impedía su salida.
Nunca
estuve solo dentro de la Montañita. Mi mayor temor al caminar por aquellas grandes
rocas, era que nos saliera una serpiente, aunque sabía que el sitio en donde
habían visto víboras mis hermanos mayores, era entre las hojas secas, debajo de
los árboles de mango.
En
cuanto a los garrobos, en verdad no les tenía miedo, pues me había acostumbrado
a verlos en todos los cercos de piedra del Cantón, ya que nadie en aquella
época los cazaba para comerlos, como lo harían unos veinte años después. Pero dentro
del bosque, vi varios de gran tamaño, con crestas de color amarillento o rojizo
que parecían retarme o sentenciarme al menear sus cabezas.
En
la parte oriente de la propiedad, colindando con la montañita, en donde mi
padre también sembraba maíz, vi en varias
oportunidades gatos de monte y mapaches. Y en las rocas planas, las señales de
sus heces.
En
la parte del zacatal pegado a la huerta, mi padre me contaba que de joven, vio pequeños
grupos de venados y sus crías. Lastimosamente, tal especie se fue acabando por
la cacería indiscriminada emprendida por mis propios tíos y otros cazadores
furtivos.
Bastante
lejos de la montañita, en la parte baja de aquellos terrenos, se llegaba al
Crucital. Le decían así, porque la vegetación en su mayoría era de crucito; una
planta que no pasaba de unos 3 metros de altura y que tenía espinas en sus ramas.
Hasta allá llegamos una noche, pues mi padre me ordenó que le acompañara a
cuidar la milpa recién sembrada, de los mapaches y de los gatos de monte que
rascaban la tierra y se comían los granos de maíz recién sembrados. Eran como
las diez de la noche. Mientras estábamos sentados en una piedra, en medio de la
oscuridad, vimos como brazas encendidas, los ojos de por lo menos dos de
aquellos animales. Yo sentía que venían hacia nosotros. El silencio era
profundo. Mi padre tomó la escopeta y estaba listo para dispararles. Dejó que se
acercaran y estuvieran al alcance para no fallar. Yo en verdad tenía mucho miedo,
en parte por los animales, pero más por el ruido que hacía aquella vieja
escopeta llena de pólvora y de perdigones. En aquel momento, tal vez por el
nerviosismo, me vino un ataque incontenible de tos que espantó a los animales.
Mi padre seguramente se puso bastante enojado pero dejó ir siempre su descarga.
Al menos, me dijo, los espantamos. Nunca en adelante, me volvió a llevar de cacería.
POR FAVOR, CONTESTE LA PREGUNTA QUE SE FORMULA A CONTINUACIÓN. SU OPINIÓN
ES MUY IMPORTANTE. GRACIAS.
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