NOTA DEL
AUTOR: PIDO DISCULPAS A LOS AMABLES LECTORES POR PUBLICAR ESTA PÁGINA DEL
BLOG DE MANERA UN TANTO INCOMPLETA. PERO SE DEBE A QUE DEBIDO A UN TRATAMIENTO
EN LA VISTA NO PUEDO LEER MUCHO, NI UTILIZAR LA COMPUTADORA DE MANERA NORMAL.
Ramiro Velasco
La Ceiba el árbol sagrado de los Mayas
OCURRENCIAS DEL MES
1. La
academia ofrecía cursos de repujado. Un potencial alumno que vio el prospecto
de los cursos se dijo: ¿Para qué voy a estudiar eso, si de seguro, sólo es de
pujar una y otra vez y ya está?.
2. Aquel
viejo se jactaba de tocar la viola en el vecindario, cuando salía sin camisa a la
calle y le picaba el ombligo y se rascaba con los dedos hacia arriba.
3. Hace
unos cuarenta años, las viejitas se santiguaban al pasar por el edificio del
Palacio Nacional de San Salvador, pues creían que la estatua de la Reina Isabel
era la de la Virgen María. Tiempo después, las turbas derramaban pintura roja
sobre tal monumento histórico.
4. Mientras
en los Estados Unidos, Francia y otros países desarrollados rinden homenaje a
los veteranos de guerra con desfiles, condecoraciones, etc. en El Salvador los
reciben con los antimotines y con barricadas.
5. No es
tanto por los años que maduramos en nuestra personalidad. Es según como
enfrentemos las experiencias de la vida, especialmente las malas, lo que nos
hacen crecer.
6. A
propósito de la Semana Santa. Allá por los años de 1960, los obispos de América
Latina dispensaron el ayuno y la abstinencia de carne a la gente pobre en los días
de la cuaresma y el viernes santo. Entonces se reflexionaba que no tenía mucho
sentido pedirle ese pequeño sacrificio a la gente, cuando al no disponer de
suficientes recursos se pasan ayunando todo el año y comiendo sólo frijoles y maíz. Menos
mal que la Iglesia, especialmente la jerarquía ha venido cambiando, acomodándose
un poco a los nuevos tiempos.
El siguiente escrito fue publicado hace 6 años
pero mantiene su actualidad
ELEVADA RELIGIOSIDAD EN SEMANA SANTA, ¿CÓMO
EXPLICARLA?
El
ambiente cargado y cargoso de tanta campaña política desapareció temporalmente
en El Salvador en estos días. Pero independientemente de tal hecho político, a
finales de marzo y principios de abril con la llegada de la semana santa,
cada año se opera un cambio de diskette mental y emocional que permite una
verdadera catarsis en la población, especialmente en la más sencilla y pobre.
Como
lo he expresado en otros escritos, aún el ambiente natural y climatológico
salvadoreño se presta para una celebración en la que lo religioso y ritual se
mezcla con lo costumbrista, lo tradicional y hasta con lo mágico.
Desde
que comienza la cuaresma, el ambiente físico se vuelve tristón por un sol
abrumador mezclado con una tenue nubosidad que junto a la vegetación seca
dan un tono de luz casi amarillento. Unido a ese ambiente, en las zonas donde
existen árboles, comenzando por predios baldíos, parques y no digamos en el
campo abierto, el canto o más bien el estridor de la chicharras y de los
chiquirines se convierte en un coro incesante con un dejo de tristeza hasta que
llega la noche.
Pero
yendo al tema, vale la pena preguntarse ¿cómo es en general el salvadoreño
común en cuanto a sus valores religiosos?. En una respuesta rápida se puede
decir, que la gente tiene un hondo sentido de creencia en Dios.
Basta
ver a un jugador de fútbol de cualquier división para comprobar su elevado
sentido religioso desde que toca el césped y se persigna hasta que mete el gol
y levanta los ojos al cielo. O cuando alguien participa en un concurso
difundido por la televisión para obtener cincuenta dólares o más y expresa su
reiterada confianza en Dios para ganarse el premio.
La
gente salvadoreña normalmente coloca a Dios de por medio en sus múltiples
expresiones, así se escucha a menudo: primero Dios que pasaré el examen;
primero Dios que mi madre seguirá mejor; primero Dios que en el próximo sorteo
me saque la lotería; etc.
Se
puede decir que la masa de salvadoreños cree en Jesús, en la Virgen María y en
los santos, aunque de ordinario no frecuenta la iglesia.
Pero
en el desarrollo de la semana santa, los salvadoreños del común cambian
totalmente su modo normal de ser y asisten a los actos religiosos en forma
masiva al conmemorarse la pasión y muerte de Jesús.
Hay
lugares como Sensuntepeque, Cabañas, donde casi el cien por ciento de la gente
sale a la calle a participar en la procesión del Santo Entierro o al menos a
verla pasar.
Desde
el punto de vista emocional, mucha gente salvadoreña alejada durante casi todo
el año de las actividades religiosas se vuelca especialmente el jueves y
viernes santo en una acción casi de desagravio por sus pecados. Esta
explicación la escuché de boca de una persona que permanece en los burdeles
normalmente, al ser entrevistada en estos días por un canal de televisión.
Siempre
me he preguntado en qué estriba tanta fe y devoción popular durante las
celebraciones de la semana santa. ¿Por qué un pueblo de por si violento y
agresivo los restantes trescientos días del año se transforma en esa
semana, en un pueblo tan devoto y ritualista especialmente en los sectores con
menores recursos económicos?.
Al
tratar de buscar una explicación aparece por un lado la educación recibida, sin
embargo esa variable no es muy determinante, pues la gran mayoría del pueblo
apenas cuenta en promedio con unos años de educación primaria recibida en
escuelas públicas estatales donde la enseñanza de la religión es casi nula.
Entonces
pareciera ser que lo que mayormente influye son las costumbres familiares y
comunitarias heredades de generaciones anteriores en una práctica de actos
tradicionales vinculados a un sincretismo religioso católico e indígena que
alcanza su culmen el jueves y el viernes santo.
Por
otro lado, la Iglesia Católica principal mantenedora de esta tradición, deja
campo abierto para la participación de los laicos. Éstos, aglutinados
especialmente en las hermandades, cofradías y diversas asociaciones, se
encargan de manera casi autónoma de: dirigir y llevar a cabo procesiones de
todo tipo con gran sentido simbólico; elaborar alfombras; realizar actos de
penitencia en las calles; arreglar las vestimentas de las imágenes y
cargarlas en andas; vestirse con túnicas a la usanza judía y romana, etc.
Además
si algo tiene la Iglesia Católica que penetra profundo en la población es ese
sentido simbólico con que mezcla sus celebraciones y su liturgia, como son las
velas encendidas, el agua bendita, los óleos, las palmas, el incienso, las
matracas, los ornamentos color morado, las imágenes, algunas tan
flageladas como El Nazareno y que aparece en diferentes estampas de dolor hasta
terminar en la cruz y después muerto en la urna, la Dolorosa, La Magdalena,
etc.
Pero
junto a la parte religiosa está también la parte netamente cultural y
antropológica social que se refleja en: un acercamiento a la familia o al lugar
de origen en esta época, una gastronomía tradicional compuesta por una variedad
de comidas propias de la época, un ambiente vacacional casi generalizado para
los estudiantes y trabajadores formales y en los denominados días grandes
(viernes santo, sábado santo y domingo de resurrección) para toda la población.
Todo
lo anterior, hace de la semana santa un tiempo de cierta tranquilidad en el que
aflora lo tradicional y lo costumbrista, pero especialmente lo religioso
que lejos de ser olvidado de acuerdo a la lógica modernista, parece ir en
aumento año tras año.
No
tenemos cifras de los homicidios ocurridos en la semana santa probablemente la
cifra se acerque a cero, mientras en semanas anteriores las cifras han sido
alarmantes. Todo se debe al milagro que se opera en la mente y en el corazón de
la gente ante el triste cuadro de la muerte del Nazareno.
¿A
quiénes o a quién atribuir tal comportamiento? Yo sostengo que a esa costumbre
y tradición tan enraizada en la gente de celebrar la semana santa a lo
salvadoreño.
Escrito de Ramiro Velasco, 8 de abril de 2012
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