VISTAS DE SAN SALVADOR Y SUS ALREDEDORES
(Fotos de Ramiro Velasco)
OCURRENCIAS
DEL MES
1. Su hija
se llamaba Guadalupe, cariñosamente le decían Lupita. Pero su madre decía que
no servía para nada. Un día la señora abrió su cuenta en WhatsApp y no sabía
cómo adicionar un contacto. Le dijeron que para eso servía la lupita. Entonces
llamó a su hija Lupita. Pero ésta no sabía de qué le hablaban y el contacto
nunca apareció.
2. Si la
vida no nos sonríe, tal vez sea porque nosotros no le sonreímos a ella.
3. El
reloj siempre estaba adelantado unos cuarenta minutos. Y es que el dueño era un
obsesionado por llegar muy puntual a sus compromisos. Sin embargo, aquel hombre
llegó muy tarde a su trabajo, el día en que la batería del reloj dejó de
funcionar.
4. Esto lo
escuché un día de estos, mientras esperaba en un consultorio. “Este fin de
semana llegó alguien tocando a la puerta de mi casa en el pueblo. Desde adentro
le pregunté quién era. El respondió: - Soy el diputado y quiero que nos
conozcamos. Yo le contesté adentro:- Y para qué necesito conocer a semejante
ladrón que se roba los dineros del pueblo… Y el visitante desapareció como por
arte de magia.
5. No sé
si a ustedes les ha pasado lo mismo, pero hay personas que nacieron con sangre
pesada. Es decir, que caen mal por su temperamento, sus gestos y sus
actuaciones con las que alejan a la gente. Si no, repasen su experiencia y los
encontrarán entre sus familiares, vecinos, etc.
6. Me
gustan los salvadoreños porque se bañan a diario. Y algunos locos lo hacemos
hasta dos veces al día.
7. La vida
está hecha de ilusiones. Apenas se desvanece una y aparecen otra y otra en
nuestro camino. Cuando se termina toda ilusión es que hemos muerto.
8. El
trovador cantaba a la Primavera y la niña llamaba siempre a la Prima Vero.
9. El
investigador había oído del “órgano que habla” que estuvo de moda por los años sesenta.
Pero cuando quiso conocer tal órgano en la actualidad, vio una boca pintada de
rojo y era la de su vecina.
10. Aquella
dama como pasaba solita, aprendió y se acostumbró a amar a la Chole (Soledad).
11. ¿Qué
le dijo un chompipe a otro, en las fiestas de fin de año? – A vos que no te
agarren de pato, oíste.
12. Algunas consideraciones sobre el dicho
salvadoreño que dice: “Mañana hago mi casa, dijo el zope”. a) Primero, es una
adaptación del pensamiento tradicional europeo que sostiene que: “El cuervo
dice “cras” que en latín significa mañana. b) En El Salvador el cuervo se
asocia con el zopilote comúnmente llamado zope. c) Tercero, los zopes, que yo
sepa, no cantan. d) Cuarto, por eso en casa, cuando mis familiares me dicen “lo
haré mañana”; yo les contesto: “mañana hago mi casa, dijo aquel” y ya saben a
quién me refiero. e) Quinto, que el dicho también aplica a la famosa expresión,
muy común entre los jóvenes, cuando se presta dinero: “Mañana te lo pago”.
13. Las
oraciones hechas con palabras o expresiones antónimas son de las que más
impacto crean al describir una circunstancia. Por ejemplo, cuando decimos: “En ti
encuentro alivio para mi adolorido corazón”. “Con el llanto en los ojos, agobiado por la tristeza,
sentí la alegría de encontrarte de nuevo”. “En la oscura noche, tú eres la
estrella que ilumina mi vida”. “Si te alejas de mí, seguiré esperando ansioso
el día y la hora en que pueda estar contigo para siempre”.
14. Le
preguntaron a la señora, cuántos hermanos tenía; contestó 15. Al tratar de corroborar
la información, resultó que estaba incluyendo a los de la iglesia.
16. Después
de ser tan acabaretado, ahora dicen que está muy agustín. Y muchos que antes se
la llevaban de riquimartins ahora están en la vil Cayetana.
17.
Algunos salvadoreños, lamentablemente quizá tienen pólvora en sus venas, pues
reaccionan cada vez en forma más violenta. Así se explicaría tanta violencia
que constituye un verdadero incendio y que será muy difícil extinguir. Qué
lástima, para un país en donde la gente
es tan amable por naturaleza.
18. Era un
señor tan educado que quiso insultar a un patán que lo había ofendido. Sus
palabras fueron: “Eres puro excremento”.
19. Dicen
que el día que se elija el candidato de ARENA estarán regalando muchos productos
en un Supermercado y en un Almacén muy conocidos en El Salvador. Los que buscan
ofertas, deben estar atentos.
20. Tratando
de aplicar la antroponimia, quizás en
ARENA los precandidatos a la presidencia tengan que ver con: a) Alguien
que sí es hombre (Si man); b) Alguien que se ríe en la calle (Calle ja, ja); c)
Alguien que monta un tal volvo (Monta al vo); Alguien que es hijo de David
(Davi son); y alguien que no es aguado y
que les puede dar mucha agua a las comunidades (Awad).
UNA TRISTE
EXPERIENCIA
Desde
hacía algún tiempo, venía pensando cómo ampliar nuestra casa de habitación. Para
cumplir aquel anhelo, fue necesario botar dos paredes en la parte externa.
Cuando el espacio
quedó libre, recorrí con mi hijo y con mis dos nietos, la zona que daba al
vecino y caminamos sobre el patio, que ahora se veía muy amplio; tan amplio que
de pronto intenté regresar y tomando otra dirección, me encontré con una zona
que nunca había visto.
Mi hijo y
mis nietos se acercaron a mí y se reían al ver que había tomado el camino
equivocado. Después, una vez que les mostré cómo era de espacioso el lugar,
intentamos retomar juntos el camino para nuestra casa. Y así caminamos durante
varios minutos, pero de nuevo, nos encontramos en un ambiente que nunca
habíamos visto. Desde allí se divisaban unas colinas. Todo estaba lleno de
vegetación y no se veía construcción alguna.
Preguntamos
a unos trabajadores agrícolas, cuál sería la dirección que podíamos tomar para
llegar a nuestra casa. Y no tenían idea, de hacia donde nosotros queríamos ir.
Como ya
habíamos caminado mucho y estando seguramente muy lejos, pensé que una buena
solución sería encontrar la calle pavimentada y pedir a alguien con vehículo que
nos llevara de regreso. Pero tanto mi hijo como yo, no llevábamos teléfono
celular y menos, dinero para pagar el viaje. Sin embargo, podíamos pagarle al
chofer, cuando llegáramos a casa.
Seguimos
caminando y comprobamos que encontrar la calle pavimentada era casi imposible,
pues el campo era abierto y no se veía ninguna calle, ni siquiera de tierra.
Preocupados,
llegamos hasta una casa de campo. Al verla, nos alegramos, pensando que
probablemente, allí estaba la solución. Sin embargo, al tocar la puerta
principal, nos salió una señora alta, delgada y con una larga nariz aguileña
con cara de pocos amigos. Era la dueña de la casa.
Le contamos
nuestra angustia y su respuesta inmediata fue, llamar a su guardaespaldas a
quien le indicó “que había que proceder”. Entonces el hombre apuntándonos con su
pistola, nos introdujo a una especie de celda con barrotes y nos dejó bajo
llave; quedando nosotros totalmente aislados. Mis nietos comenzaron a llorar
desesperados, pero después de calmarlos, les dije que había que ingeniarnos cómo salir de allí
y que todo saldría bien, si se tranquilizaban.
Pronto
llegó la noche y todo quedó a oscuras en aquella extraña y desolada casa. Sin
embargo, por los pequeños huecos se veía el resplandor de las estrellas.
Yo recordé
que llevaba una cuchilla en el bolsillo de mi pantalón y la llave de mi casa.
Así que muy suavemente comencé a manipular el gran candado colgado de una
cadena, que apenas alcanzaba. Como no me cabía muy bien la mano para alcanzarlo,
le pedí a Pablito, uno de mis nietos, que tratara de meter la llave en el
agujero del candado. Y qué suerte, después de intentarlo unas tres veces, logró
darle la vuelta y como un milagro, el candado se abrió.
Con gran
cuidado abrí aquella puerta y salí meticulosamente afuera. Todo estaba oscuro y
en gran silencio. Por suerte, no se veía nadie cerca.
Entonces,
a paso apresurado, salimos agarrados uno detrás de otro, yendo yo adelante como
guía, pues tenía experiencia en desplazarme en lugares oscuros.
Salimos al
campo abierto y sólo habíamos recorrido algunas cuadras, cuando por detrás de
nosotros aparecieron dos hombres armados, uno de los cuales era el guardaespalda
que nos había encerrado en la celda. Los hombres nos dieron el grito de
alto; nos amarraron a mi hijo y a mí; y
nos condujeron a todos hasta una caseta que parecía de policía. Era el “cuartelito”
de los guardaespaldas de la zona. Allá, después de interrogarnos y ante la
amenaza de meternos presos, acordamos que dejarían libre a mi hijo y a los dos
nietos y que solo yo quedaría detenido.
Le pedí a
mi hijo que por los niños no opusiera resistencia y que se fueran. Así los vi partir con
lágrimas en los ojos. Por suerte pasaba por allí, un señor en su carro que atendió
la señal de parar que le hizo mi hijo; los introdujo al vehículo y desapareció
muy rápidamente de nuestra vista.
Qué
tristeza sentí al verme sólo e impotente encarcelado de nuevo, pues sabía que había
caído en manos de criminales, acostumbrados seguramente a desaparecer a la
gente. Pero más triste me sentí, cuando desperté y me encontré que todo era un
sueño más, de esos que tengo algunas
veces, cuando en la noche me pongo mi gorro y hace un poco de calor.
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