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Soy profesor universitario. Trabajo por el desarrollo de Cabañas, un departamento de El Salvador, muy bello, pero también donde hay mucha pobreza, especialmente en lo educativo y cultural. Soy planificador educativo y trabajé por muchos años como director y coordinador de proyectos sociales. Me considero una persona con una visión amplia que trata de valorar lo positivo de cada quien.

jueves, 23 de noviembre de 2017

NOVIEMBRE CON CELAJES Y NOCHES DE ESTRELLAS



VISTAS DE SAN SALVADOR Y SUS ALREDEDORES
(Fotos de Ramiro Velasco)




























OCURRENCIAS DEL MES

1. Su hija se llamaba Guadalupe, cariñosamente le decían Lupita. Pero su madre decía que no servía para nada. Un día la señora abrió su cuenta en WhatsApp y no sabía cómo adicionar un contacto. Le dijeron que para eso servía la lupita. Entonces llamó a su hija Lupita. Pero ésta no sabía de qué le hablaban y el contacto nunca apareció.
2. Si la vida no nos sonríe, tal vez sea porque nosotros no le sonreímos a ella.
3. El reloj siempre estaba adelantado unos cuarenta minutos. Y es que el dueño era un obsesionado por llegar muy puntual a sus compromisos. Sin embargo, aquel hombre llegó muy tarde a su trabajo, el día en que la batería del reloj dejó de funcionar.
4. Esto lo escuché un día de estos, mientras esperaba en un consultorio. “Este fin de semana llegó alguien tocando a la puerta de mi casa en el pueblo. Desde adentro le pregunté quién era. El respondió: - Soy el diputado y quiero que nos conozcamos. Yo le contesté adentro:- Y para qué necesito conocer a semejante ladrón que se roba los dineros del pueblo… Y el visitante desapareció como por arte de magia.
5. No sé si a ustedes les ha pasado lo mismo, pero hay personas que nacieron con sangre pesada. Es decir, que caen mal por su temperamento, sus gestos y sus actuaciones con las que alejan a la gente. Si no, repasen su experiencia y los encontrarán entre sus familiares, vecinos, etc.
6. Me gustan los salvadoreños porque se bañan a diario. Y algunos locos lo hacemos hasta dos veces al día.
7. La vida está hecha de ilusiones. Apenas se desvanece una y aparecen otra y otra en nuestro camino. Cuando se termina toda ilusión es que hemos muerto.
8. El trovador cantaba a la Primavera y la niña llamaba siempre a la Prima Vero.
9. El investigador había oído del “órgano que habla” que estuvo de moda por los años sesenta. Pero cuando quiso conocer tal órgano en la actualidad, vio una boca pintada de rojo y era la de su vecina.
10. Aquella dama como pasaba solita, aprendió y se acostumbró  a amar a la Chole (Soledad).
11. ¿Qué le dijo un chompipe a otro, en las fiestas de fin de año? – A vos que no te agarren de pato, oíste.
12.  Algunas consideraciones sobre el dicho salvadoreño que dice: “Mañana hago mi casa, dijo el zope”. a) Primero, es una adaptación del pensamiento tradicional europeo que sostiene que: “El cuervo dice “cras” que en latín significa mañana. b) En El Salvador el cuervo se asocia con el zopilote comúnmente llamado zope. c) Tercero, los zopes, que yo sepa, no cantan. d) Cuarto, por eso en casa, cuando mis familiares me dicen “lo haré mañana”; yo les contesto: “mañana hago mi casa, dijo aquel” y ya saben a quién me refiero. e) Quinto, que el dicho también aplica a la famosa expresión, muy común entre los jóvenes, cuando se presta dinero: “Mañana te lo pago”.
13. Las oraciones hechas con palabras o expresiones antónimas son de las que más impacto crean al describir una circunstancia. Por ejemplo, cuando decimos: “En ti encuentro alivio para mi adolorido corazón”. “Con el  llanto en los ojos, agobiado por la tristeza, sentí la alegría de encontrarte de nuevo”. “En la oscura noche, tú eres la estrella que ilumina mi vida”. “Si te alejas de mí, seguiré esperando ansioso el día y la hora en que pueda estar contigo para siempre”.
14. Le preguntaron a la señora, cuántos hermanos tenía; contestó 15. Al tratar de corroborar la información, resultó que estaba incluyendo a los de la iglesia.
16. Después de ser tan acabaretado, ahora dicen que está muy agustín. Y muchos que antes se la llevaban de riquimartins ahora están en la vil Cayetana.
17. Algunos salvadoreños, lamentablemente quizá tienen pólvora en sus venas, pues reaccionan cada vez en forma más violenta. Así se explicaría tanta violencia que constituye un verdadero incendio y que será muy difícil extinguir. Qué lástima, para un  país en donde la gente es tan amable por naturaleza.
18. Era un señor tan educado que quiso insultar a un patán que lo había ofendido. Sus palabras fueron: “Eres puro excremento”.
19. Dicen que el día que se elija el candidato de ARENA estarán regalando muchos productos en un Supermercado y en un Almacén muy conocidos en El Salvador. Los que buscan ofertas, deben estar atentos.
20. Tratando de aplicar la antroponimia, quizás en  ARENA los precandidatos a la presidencia tengan que ver con: a) Alguien que sí es hombre (Si man); b) Alguien que se ríe en la calle (Calle ja, ja); c) Alguien que monta un tal volvo (Monta al vo); Alguien que es hijo de David (Davi son); y alguien que no es  aguado y que les puede dar mucha agua a las comunidades (Awad).









UNA TRISTE EXPERIENCIA

Desde hacía algún tiempo, venía pensando cómo ampliar nuestra casa de habitación. Para cumplir aquel anhelo, fue necesario botar dos paredes en la parte externa.
Cuando el espacio quedó libre, recorrí con mi hijo y con mis dos nietos, la zona que daba al vecino y caminamos sobre el patio, que ahora se veía muy amplio; tan amplio que de pronto intenté regresar y tomando otra dirección, me encontré con una zona que nunca había visto.
Mi hijo y mis nietos se acercaron a mí y se reían al ver que había tomado el camino equivocado. Después, una vez que les mostré cómo era de espacioso el lugar, intentamos retomar juntos el camino para nuestra casa. Y así caminamos durante varios minutos, pero de nuevo, nos encontramos en un ambiente que nunca habíamos visto. Desde allí se divisaban unas colinas. Todo estaba lleno de vegetación y no se veía construcción alguna.
Preguntamos a unos trabajadores agrícolas, cuál sería la dirección que podíamos tomar para llegar a nuestra casa. Y no tenían idea, de hacia donde nosotros queríamos ir.
Como ya habíamos caminado mucho y estando seguramente muy lejos, pensé que una buena solución sería encontrar la calle pavimentada y pedir a alguien con vehículo que nos llevara de regreso. Pero tanto mi hijo como yo, no llevábamos teléfono celular y menos, dinero para pagar el viaje. Sin embargo, podíamos pagarle al chofer, cuando llegáramos a casa.
Seguimos caminando y comprobamos que encontrar la calle pavimentada era casi imposible, pues el campo era abierto y no se veía ninguna calle, ni siquiera de tierra.
Preocupados, llegamos hasta una casa de campo. Al verla, nos alegramos, pensando que probablemente, allí estaba la solución. Sin embargo, al tocar la puerta principal, nos salió una señora alta, delgada y con una larga nariz aguileña con cara de pocos amigos. Era la dueña de la casa.
Le contamos nuestra angustia y su respuesta inmediata fue, llamar a su guardaespaldas a quien le indicó “que había que proceder”. Entonces el hombre apuntándonos con su pistola, nos introdujo a una especie de celda con barrotes y nos dejó bajo llave; quedando nosotros totalmente aislados. Mis nietos comenzaron a llorar desesperados, pero después de calmarlos, les dije  que había que ingeniarnos cómo salir de allí y que todo saldría bien, si se tranquilizaban.
Pronto llegó la noche y todo quedó a oscuras en aquella extraña y desolada casa. Sin embargo, por los pequeños huecos se veía el resplandor de las estrellas.
Yo recordé que llevaba una cuchilla en el bolsillo de mi pantalón y la llave de mi casa. Así que muy suavemente comencé a manipular el gran candado colgado de una cadena, que apenas alcanzaba. Como no me cabía muy bien la mano para alcanzarlo, le pedí a Pablito, uno de mis nietos, que tratara de meter la llave en el agujero del candado. Y qué suerte, después de intentarlo unas tres veces, logró darle la vuelta y como un milagro, el candado se abrió.
Con gran cuidado abrí aquella puerta y salí meticulosamente afuera. Todo estaba oscuro y en gran silencio. Por suerte, no se veía nadie cerca.
Entonces, a paso apresurado, salimos agarrados uno detrás de otro, yendo yo adelante como guía, pues tenía experiencia en desplazarme en lugares oscuros.
Salimos al campo abierto y sólo habíamos recorrido algunas cuadras, cuando por detrás de nosotros aparecieron dos hombres armados, uno de los cuales era el guardaespalda que nos había encerrado en la celda. Los hombres nos dieron el grito de alto;  nos amarraron a mi hijo y a mí; y nos condujeron a todos hasta una caseta que parecía de policía. Era el “cuartelito” de los guardaespaldas de la zona. Allá, después de interrogarnos y ante la amenaza de meternos presos, acordamos que dejarían libre a mi hijo y a los dos nietos y que solo yo quedaría detenido.
Le pedí a mi hijo que por los niños no opusiera resistencia  y que se fueran. Así los vi partir con lágrimas en los ojos. Por suerte pasaba por allí, un señor en su carro que atendió la señal de parar que le hizo mi hijo; los introdujo al vehículo y desapareció muy rápidamente de nuestra vista.
Qué tristeza sentí al verme sólo e impotente encarcelado de nuevo, pues sabía que había caído en manos de criminales, acostumbrados seguramente a desaparecer a la gente. Pero más triste me sentí, cuando desperté y me encontré que todo era un sueño  más, de esos que tengo algunas veces, cuando en la noche me pongo mi gorro y hace un poco de calor.


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