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Soy profesor universitario. Trabajo por el desarrollo de Cabañas, un departamento de El Salvador, muy bello, pero también donde hay mucha pobreza, especialmente en lo educativo y cultural. Soy planificador educativo y trabajé por muchos años como director y coordinador de proyectos sociales. Me considero una persona con una visión amplia que trata de valorar lo positivo de cada quien.

martes, 30 de junio de 2015

AL FINAL DE JUNIO 2015



VISTAS DEL VOLCÁN DE SAN SALVADOR


































LA TRISTEZA Y DESOLACIÓN NOS INVADE

Por más que quisiéramos decir cosas bonitas de El Salvador, el ambiente es tan tenso y desolador por causa de la incontenible violencia social y del crimen que no podemos menos que unirnos a las voces que claman por un “basta ya” a la muerte de tantos salvadoreños, especialmente jóvenes y de otras víctimas inocentes.
Hace ocho días justamente frente a nuestra casa, fue ultimado de varios disparos un joven supuestamente vinculado a las pandillas. El hecho además de consternarnos nos produjo más estupor, cuando el cadáver yacía en el suelo en pleno sol antes de ser reconocido por medicina legal y todos, aun los que lo conocían, pasaban de largo en una actitud de no comprometerse para evitar represalias de los hechores.
Este solo hecho nos demuestra el grado de irracionalidad a que se ha llegado por parte de los delincuentes y la secuela de efectos tan tristes en una sociedad que se desangra día tras día.
Esta triste realidad es la que viven cientos de familias en todo el país y no sólo en los cincuenta municipios más violentos, como acaba de declarar el Presidente de la República, para justificar la ineficiencia de la actual política de seguridad.
Como se ha dicho hasta la saciedad, el problema de la violencia en El Salvador ha desbordado desde hace mucho, la capacidad institucional de los tomadores de decisiones, de los cuerpos de seguridad, de la fuerza armada y de los aplicadores de la justicia penal.
En las últimas semanas las muertes violentas, la mayoría ocasionadas con arma de fuego, se han incrementado a nivel nacional, hasta alcanzar según datos de Medicina Legal, en el pasado mes de mayo, los dieciséis homicidios diarios en promedio y probablemente la misma tendencia se tendrá para el mes de junio. Y en lo que va del año 2015, han sido asesinados veintiséis policías y varios miembros de la Fuerza Armada.
Si se toma en cuenta que El Salvador tiene una población aproximada de 6 millones, cuatrocientos mil habitantes, la tasa de homicidios es sumamente elevada, lo que le ubica entre los países más violentos del mundo.
Frente a esa situación, en los últimos días el Departamento de Estado de los Estados Unidos emitió una nueva alerta de viaje a El Salvador destacando que la violencia y el crimen son problemas graves en este país, lo que aunque no sea muy agradable para los salvadoreños por las implicaciones que ocasiona, parece razonable si se le considera desde la política interna de aquel país.
La gravedad del problema de la violencia fue descrita por el IUDOP  de la UCA  en un amplio informe sobre la Situación de la seguridad y la justicia 2009- 20014,  (Ver sitio  http://www.uca.edu.sv/iudop/wp-content/uploads/libro_la_situaci%C3%B3n_de_la_seguridad.pdf  El documento comienza señalando que: “La violencia y la inseguridad han sido una constante durante la etapa posconflicto en El Salvador. Las más de 73,000 muertes violentas registradas en los últimos 23 años y las miles de víctimas de diversos vejámenes reportados anualmente en las entidades de seguridad y justicia advierten en torno a la magnitud y envergadura que la violencia y la criminalidad han cobrado en el país… las tasas de homicidios exhibidas por el país siguen estando entre las tres más altas de América Latina”...
En otras palabras, la situación de muertes violentas es muy similar a la vivida en los años del conflicto armado y en ambos casos la gran mayoría de los muertos están del lado de la gente pobre y en las zonas más excluidas del progreso y bienestar social, reflejando que existen causas de fondo que no fueron atacadas desde hace mucho tiempo y que en la época actual se refleja en lo que algunos denominan una guerra social.
Junto a las muertes violentas avanzan como un cáncer las extorsiones, los asaltos, el narcotráfico, la corrupción y la impunidad de los delincuentes sin que parezca existir una solución a corto plazo.
Frente a tal estado de cosas aparece en escena, como en el conflicto armado, la impotencia de la gente que sólo tiene la opción de salir de las zonas más conflictivas engrosando el número de los desplazados internos y de los migrantes hacia el exterior.
Y el gobierno, que se comprometió en la campaña atacar de frente este problema, parece que todavía no hace mucho.










LAS CURAS DE NUESTROS ANCESTROS CAMPESINOS

Hasta mediados del siglo XX cuando la medicina estaba menos avanzada, se ponía en práctica la medicina tradicional en  nuestros pueblos y cantones que se basada especialmente en plantas medicinales.
En los patios de las casas se sembraban entre otras, la famosa ruda para el dolor de oídos y calambres, la altamisa para el reumatismo, la salvia para el dolor de cabeza, el chichipince como cicatrizante y desinflamatorio, la sábila para la inflamación del intestino y como cicatrizante, la yerbabuena como tonificante del estómago, el orégano para los golpes y los gases estomacales, el jengibre  para la tos y el dolor de garganta, el tomate para curar las quemaduras; y estaban siempre a mano, las hojas del limón y del naranjo agrio para los nervios, del aguacate para las granulaciones, del guayabo para los parásitos , del mango como purgante, del zacate limón para los vómitos y el catarro,  del madrecacao para el sarpullido, de la albahaca para la diarrea, de la dormilona para los nervios y  del epazote para el dolor de estómago y como purgante, entre otras.
También se utilizaba el jugo de limón para adelgazar la sangre y la uña de gato para los dolores musculares.
Además las amas de casa más avezadas, mantenían entres sus reservas,  raíces, especias o flores secas como: la valeriana para tranquilizar los nervios, curar los espasmos y los vómitos; el tomillo para el dolor de muelas; la manzanilla para la indigestión; la alhucema para el dolor de cabeza y la fiebre; el comino para la flatulencia; el alcanfor para los dolores musculares y la canela para la diarrea.
En las alacenas de las casas nunca faltaban también, la miel de abeja, la tintura de yodo, el agua florida y el alcohol.
Para los casos de indigestión era frecuente que las amas de casa prepararan las famosas “tomas”, hechas de diversas especias molidas con ingredientes como tortilla o carne quemada, según la sospecha de la comida que había ocasionado el daño.
También había señoras especialistas en hacer masajes estomacales o sobadas que en el Occidente del país llamaban “peyejeadas”. Estas eran aplicadas en casos de falta de apetito o empacho.
En cuanto a las tomas, casi como una leyenda se aseguraba que en otros tiempos para curar a un enfermo víctima de la picadura de la casampulga, se le daba a tomar la famosa “horchata” que se decía se hacía con base a excremento humano. Lo interesante de tal remedio es que se aseguraba que era lo único efectivo contra tal veneno, pero nunca nadie supo de alguien a quien se le aplicara. En otras palabras considero que era más bien como una amenaza de los adultos a los niños y jovencitos para que tuvieran cuidado con las picadas de la famosa casampulga que como se sabe inyecta un veneno mucho más mortal que el de una culebra cascabel.
Como en aquellos tiempos no había médicos profesionales, abundaban por los campos, los médicos o parcheros a los que recurría la gente en busca de curación.  
Fue famoso en los años de mil novecientos cuarenta, por los cantones de Sensuntepeque, Don Benigno que se dice hizo curas extraordinarias.  De tal médico, mi padre nos contaba que a una familiar a la que no le podían bajar una tremenda calentura y que casi moría, él la curó partiendo dos patos y aplicándolos cortados por la mitad sobre el cuerpo de la paciente. De inmediato la carne de los patos absorbió todo el calor, poniéndose morados y a la paciente le bajó la fiebre como por arte de magia.
En otra ocasión aquel mismo médico que casi siempre andaba con sus tragos, le arrojó una huacalada de agua fresca a una paciente con alta temperatura, bajándosela de inmediato, tanto quizás por el efecto del agua,  como por el gran susto que le ocasionó.
En cuanto a la medicina a base de plantas, debe decirse que estudios científicos realizados en El Salvador desde hace muchos años, han comprobado como ciertas muchas de las propiedades curativas  atribuidas por nuestra gente a dichas plantas.
Sin embargo, con el avance de la medicina moderna y la mayor disponibilidad de los servicios médicos, aquellas prácticas de la medicina tradicional a base de vegetales y a curaciones caseras casi han pasado a la historia.



 










LOS INTERNADOS DE EDUCACIÓN DIFERENCIADA DE GÉNERO y MIXTOS

Existen internados de formación, de corrección y de niños desamparados, comúnmente llamados hospicios u hogares de niños.
Acá me refiero a los internados de formación o de educación diferenciada de género o mixtos y comienzo diciendo que como todo en la vida, tienen cosas buenas y otras que pueden ser no tan buenas.
Entre las profesiones que tradicionalmente hacen uso de los internados de educación diferenciada de género están los sacerdotes, las monjas y en tiempos pasados, los militares. Mientras que los maestros de algunas escuelas normales y de agronomía en el caso salvadoreño, se formaron en internados mixtos. Pero en la actualidad, aún los militares estudian en este último tipo de internados.
Fueron famosos en el pasado, centros educativos con internado para estudiantes de educación básica y media, procedentes de familias acomodadas, como el Colegio de la Asunción, el  Colegio Bethania y muchos otros centros destinados a estudiantes de bajos recursos económicos. Con el tiempo y debido a una mayor conectividad y otras razones de la modernidad, muchos colegios en El Salvador, ya no disponen de internados.
En la actualidad, a diferencia del internado para militares y seminarios mayores, en el que los estudiantes ya entran con cierto nivel de formación por lo general el bachillerato, algunos internados para sacerdotes y monjas denominados seminarios menores, reciben todavía a niños y niñas con un menor grado de escolaridad.
En este último caso, el poco contacto con las familias y la larga convivencia con personas del mismo sexo pueden ocasionar en algunos casos, alguna deformación como la falta de naturalidad para las relaciones con el sexo opuesto, la homosexualidad, etc.
A lo mejor algunos casos de pedofilia y pederastia en el caso de sacerdotes y obispos pudieran estar relacionados con deformaciones de personalidad ocurridas desde su formación en los internados.
Me parece que en los tiempos actuales cuando el mismo Papa Francisco ha atacado directamente estos penosos casos, los formadores de sacerdotes estarán tomando medidas a fondo para detectar en los internados tales tendencias y tomar las medidas pertinentes.
Sin embargo, debe valorarse que la gran mayoría de sacerdotes y obispos que pasaron por los internados son ejemplo de rectitud y buenas costumbres.
Y es que los internados han demostrado ser valiosos centros para la formación de valores y habilidades, tanto en el orden intelectual como de las artes  y los deportes.
En los internados de formación, en primer lugar los alumnos se sienten llamados por vocación, es decir han llegado a ellos de forma voluntaria. Además, las reglas establecidas son más estrictas para el alumnado, especialmente en horarios que deben ser respetados en cuanto a horas de silencio, de estudio, de deporte, etc. Esto marca una diferencia importante con los niños y jóvenes que viven en sus hogares y que encuentran mayores distractores como la televisión y otros medios de diversión, especialmente cuando los padres se despreocupan de lo que hacen sus hijos.
Conozco a personas que agradecen haber pasado por un internado cuando tuvieron maestros que les inculcaron tanto valores como la responsabilidad, la iniciativa, la solidaridad, el respeto, el aseo, las sanas costumbres y compartieron con los compañeros innumerables momentos de la vida diaria en un aprendizaje constante y enriquecedor.
En algunos casos la influencia del internado marca la vida de las personas para siempre. Este es el caso de sacerdotes y religiosas. Lo mismo ocurre con los militares y sucedió con maestros que estudiaron en otros tiempos en las escuelas normales.
Y es que en esos casos, la formación es muy estricta día a día, teniendo presente siempre el tipo de profesional que se espera ser al término de la carrera.
Hay muchos detractores de los internados, pero en mi caso sostengo que si en ellos existe disciplina y son conducidos y orientados por personas íntegras, pueden convertirse en verdaderos centros de aprendizaje y formación para la vida.

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