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Soy profesor universitario. Trabajo por el desarrollo de Cabañas, un departamento de El Salvador, muy bello, pero también donde hay mucha pobreza, especialmente en lo educativo y cultural. Soy planificador educativo y trabajé por muchos años como director y coordinador de proyectos sociales. Me considero una persona con una visión amplia que trata de valorar lo positivo de cada quien.

martes, 22 de noviembre de 2011

NOVIEMBRE Y LA HISTORIA DE EL SALVADOR

FLORES DE NUESTROS JARDINES





















INDÍGENAS Y CAMPESINOS SALVADOREÑOS, LOS POBRES DE AYER Y HOY.
(BREVE ENSAYO ECONÓMICO SOCIAL Y POLÍTICO, A PROPÓSITO DEL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA). Por Ramiro Velasco

Nuestros indígenas amaban su tierra y con veneración le rendían tributo por sus frutos. Ella constituía un patrimonio que no se vendía, sino que se respetaba, se trabajaba y se compartía en comunidad.  
Para los Quechuas el término “pachamama” dado a la tierra, implicaba una relación casi sagrada del ser humano con la tierra. Tal manera de pensar y de vivir era bastante similar en la cultura maya y azteca, de la que provinieron principalmente nuestros ancestros indígenas. Pero aquella filosofía de nuestros antepasados fue trastocada con la llegada de los conquistadores.
El hombre blanco se posesionó de aquel patrimonio en un primer momento, con el argumento de que los bienes descubiertos pertenecían al Rey como soberano. En realidad los Reyes Católicos habían recibido del Papa las tierras descubiertas (tierras realengas)  con la condición de evangelizar a los nativos, como parte del Derecho Indiano.
Posteriormente los Reyes de Castilla concedieron tierras a los conquistadores por los méritos logrados y más adelante, otras tierras fueron vendidas en subasta pública. Así surgieron las haciendas que eran un sistema de concesión de grandes propiedades rurales.
Al lado de las haciendas, se establecieron las tierras comunales y los ejidos que también fueron devueltos por la Corona a los indígenas o indios como se les llamaba en la época. Los Ejidos eran tierras municipales que se ponían a disposición de grupos comunales para que fueran trabajadas en forma colectiva.
Bajo del dominio español,  se propició una nueva división social.  Por un lado, estaban los españoles con poder político y dueños de tierras llamados también peninsulares, los criollos  (hijos de españoles nacidos en América) y el clero.
Y por otro lado, los indios mezclados con españoles y los no mezclados. La mezcla de españoles e indios fue generalmente fuera de matrimonio y dio lugar al surgimiento de los mestizos o ladinos, a los que las leyes de Indias  (1680) emanadas de la Corona, no les reconocía los mismos derechos que a los españoles y criollos.
También estaba el grupo racial de los negros y sus descendientes: mulatos (nacidos de blancos y negros) y zambos (hijos de indios y negros) que al igual que los indios eran considerados seres inferiores.
Aunque las Leyes de Indias,  tuvieron el propósito de proteger y dar algunos derechos a los indígenas, especialmente en cuanto al trato que debían recibir como trabajadores, también establecieron una  diferenciación respecto a los blancos. Así por ejemplo, a los indígenas, mestizos, negros, mulatos y zambos se les prohibía utilizar las vestimentas de los blancos;  vivir en las mismas  zonas de aquellos, y desempeñar oficios y cargos públicos. A nivel educativo, sólo los blancos tenían acceso a colegios seminarios, etc.
Los indígenas eran considerados jurídicamente como “incapaces relativos” y por lo tanto, para actuar en asuntos jurídicos debían tener alguien que los representara. Tal representación podía estar a cargo de un cacique, de una comisión o de un protector de naturales. Este último fue el rol jugado por el Obispo de Chiapas, Fray Bartolomé de las Casas que junto a otros misioneros Dominicos y  Franciscanos se convirtieron en defensores de los indios, adquiriendo el compromiso de evangelizarlos.
Los criollos con el tiempo, heredaron las haciendas en las que se cultivaba mayormente el añil y se fueron constituyendo en la nueva clase social que lucharía por la independencia de España.
Los indígenas se dedicaron en buen número a trabajar en las haciendas y en los obrajes de añil de los blancos, bajo condiciones deprimentes.
En esa forma, transcurrieron los siglos dieciséis, diecisiete, hasta la primera mitad del siglo XVIII en los que se mantuvo sin mayores cambios el régimen económico de la Colonia.
Sin embargo, a partir de las ideas liberales emanadas de la Revolución Francesa se impulsaron los cambios políticos que dieron lugar a las luchas independentistas dirigidas por los criollos y en las que participaron también algunos mestizos.
Como resultado de las luchas libertarias, se estableció la República Federal de Centroamérica que estuvo vigente de 1824 a 1838. Pero que llegó a su desmembramiento con la separación de Nicaragua, Honduras y Costa Rica en 1838, seguidas por  Guatemala en 1839.  A partir de este último año, se agudizan las posiciones separatistas capitaneadas por Guatemala y las consecuentes batallas de los liberales para reunificar la patria grande que terminan en 1885.
Las ideas positivistas y liberales en el campo económico debieron tener algún nivel de aplicación en el ámbito de la República Federal de Centro América, bajo la consigna de que el derecho a la propiedad privada y la iniciativa privada eran la clave para el éxito de las nacientes naciones. Tales ideas debieron ser acogidas por liberales y conservadores. Pero fueron los liberales, los mayores impulsores de las mismas, desde que éstos lograron una  mayor incidencia política a partir de 1824 a 1838 y de manera más radical, de 1870 a 1890,  cuando tuvieron un mayor acceso al poder en las nuevas repúblicas.
Adentrado el siglo XIX, los maltratos a los indios en los obrajes de añil eran tremendos y los niveles de desnutrición, insalubridad así como el analfabetismo eran oprobiosos.  Contra tales injusticias tuvo lugar en 1883, el Levantamiento de los Nonualcos dirigido por el caudillo Anastasio Aquino para reivindicar sus tierras y sus derechos. Aquel movimiento después de intensas luchas, fue derrotado por la naciente oligarquía, la iglesia y el gobierno. Su líder fue asesinado y su cabeza después de hervida fue exhibida en una jaula de hierro, como escarmiento para los indios y mestizos.
Las constituciones de los nuevos estados centroamericanos a partir de 1840, restringieron los derechos al voto y a la ciudadanía de grupos como los indígenas, con el pretexto de que los ciudadanos debían tener ante todo, “un modo honesto de vida”. Esto significaba disponer de una propiedad así como saber leer y escribir. (Ver Constitución de 1841 de El Salvador, Titulo II, art. 5).  
Sin embargo, se avanzará al menos a nivel formal, otorgando un trato más igualitario a partir de 1873, cuando ya no se exigirá disponer de una propiedad, para ser ciudadano, sino  de un “modo de vida independiente”. En la década de 1880, aunque se establece a nivel constitucional la obligatoriedad de la educación primaria, los indígenas continuarán siendo analfabetos debido a su exclusión social.
Será hasta 1890, cuando se exigirá como requisito para obtener la ciudadanía sólo una edad determinada.
A nivel económico la situación que era de marginación y explotación para los campesinos indígenas y mestizos, alcanzará límites insospechados con la introducción del cultivo de café, que contrario a Guatemala donde comenzó en 1803, en El Salvador tiene lugar a partir de 1840.
El cultivo de café logra un auge marcado a partir de 1848 y durante la gestión de Gerardo Barrios como Presidente, de 1859 a 1863. Para dicho cultivo, se destinaron los mejores terrenos ejidales y el gobierno otorgó en propiedad los terrenos baldíos a quienes los cultivaran durante cinco años.
En 1864, durante la Administración del Presidente Francisco Dueñas, continuó una serie de incentivos para el cultivo de café y tuvo lugar la usurpación de propiedades comunales por parte de las mismas élites gobernantes y su adjudicación a nuevos productores, generalmente de procedencia extranjera.
A partir de 1871 se estableció una política económica basada en el cultivo de café bajo la Presidencia de Rafael Zaldívar,  que en marzo de 1881 tendrá su culminación al presentarse ante la Cámara de Diputados  la Ley de extinción de Ejidos que al ser aprobada e implementada, logró totalmente la abolición de las tierras comunales.
Como para realizar el cultivo de café se requería capital de trabajo y esperar cinco años para obtener las primera cosecha, los indígenas y campesinos pobres fueron excluidos de la obtención de tales tierras. De ahí que los favorecidos fueran familias de extranjeros y algunos nacionales con alguna capacidad financiera o con gran apoyo del nivel político.
La Ley de extinción de Ejidos y la filosofía de que el proyecto modernizador basado en el cultivo de café era el camino para reactivar la economía y avanzar hacia la verdadera ”civilización” sumió más en la miseria a la población campesina pobre y a los indígenas .  
A partir de aquel proyecto modernizador se agudizaron las diferencias de clase, con un claro menosprecio por la población indígena, que al no aceptar aquel nuevo sistema y trabajar con desgano, fue considerada como un obstáculo para alcanzar el progreso. A esta concepción se sumaron a finales del siglo XIX  y parte del siglo XX, intelectuales de renombre, como: Vicente Acosta, David J. Guzmán, Francisco Gavidia y otros.
La historia de explotación y menosprecio de los indígenas continuó en la misma forma durante los primeros decenios del siglo XX,  agudizándose con la crisis mundial de 1929,  al caer los precios del café y entrar la población trabajadora en una situación de mayor calamidad.  Aquella situación dio lugar al levantamiento campesino de 1932 y a la reacción represiva gubernamental del Presidente Maximiliano Hernández Martínez, responsable de la masacre de por lo menos 25, 000 indígenas asesinados.
De aquella fecha en adelante los indígenas y todo lo que tuviera que ver con ellos (lenguaje, vestimenta, tradiciones, etc.) fue objeto de persecución y ataque sistemático.
Para las décadas siguientes, llegando hasta los años de 1950, como la describe Abel Cuenca en “El Salvador una democracia cafetalera” la pobreza extrema, las condiciones infrahumanas y los niveles de explotación de los campesinos sin tierra alcanzó niveles alarmantes, hecho que también lo consignó un informe de Naciones Unidas en su momento.
De 1950 en adelante, el indigenismo ha sido cubierto con el ropaje del mestizaje, pero su verdadera cara se evidenció en el terreno del campesinado salvadoreño más pobre y desprotegido. Gran parte de esta población se convirtió en los millares de desplazados durante el conflicto armado y en los emigrantes rurales y semiurbanos, a partir de los años ochenta.
Al año 2011,  el fenómeno de la exclusión social está latente en la pobreza estructural vigente en casi la mitad de salvadoreños que ensombrece por su crudeza una historia de gestas, a la que se ha dado tanta preeminencia en la narrativa oficial en los últimos decenios y en este mes de noviembre de 2011, con motivo de la celebración del Bicentenario de la Independencia Patria.

Parte de la bibliografía consultada:
  






POR FAVOR, CONTESTE LA PREGUNTA QUE SE FORMULA A CONTINUACIÓN. SU OPINIÓN ES MUY IMPORTANTE. GRACIAS. 



2 comentarios:

  1. Gracias por instruir a nuestra población salvadoreña con importante información historica real de nuestras raices.

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  2. Gracias por valorar tan positivamente nuestro pequeño aporte sobre el tema.
    Su comentario es muy importante para mi
    Ramiro Velasco.



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