Nació a principios de la década de 1890, en el Cantón San Marcos de Sensuntepeque. Era de piel blanca y muy bien parecido, como su madre Felipa y alto como su padre Sotero.
Se unió a las tareas del obraje situado a unas dos cuadras de la casa paterna, donde el añil era procesado con el agua traída por gravedad desde la cercana quebrada, en una cañería de bambú.
De jovencito, Manuel formó parte del contingente de arrieros que conducía el ganado que mensualmente trasladaba su padre desde la frontera con Honduras y San Marcos, a la estación del tren de San Rafael Cedros y a veces hasta San Salvador. Aquella ardua y peligrosa tarea consumía al menos tres días de viaje; pero era compensado con algún dinero que servía para mantener las necesidades de aquella numerosa familia.
Manuel añoró estudiar en la Escuela de Cabos y Sargentos, sueño que no pudo ver realizado debido a la distancia del cantón, al famoso centro de estudios, ubicado en San Salvador; pero aquella idea la tuvo presente en su memoria hasta en los días de su vejez, cuando yo mismo se la escuché contar con nostalgia.
A los veinticinco años, Manuel conoció a María Alfaro una mujer blanca, ojos azules, originaria del Cantón Azacualpa y pariente cercana de su madre. Él quedó prendado de aquella jovencita desde que la vio por primera vez, pidiendo su mano para llevarla al altar, según la costumbre.
Después de unos años de vivir cerca de sus suegros se trasladó de Azacualpa a Sensuntepeque en donde con apoyo de su esposa compró una casa que sería su definitivo hogar. Allí crecieron sus dos hijos: Maura y Marciano.
Después de incursionar en algunos negocios que no fructificaron, Manuel terminó estableciendo un taller de carpintería y una venta de cal hidratada, frente a la casa donde actualmente se ubica el Kinder nacional de Sensuntepeque.
Fue justamente en aquella casa donde quedé impresionado de niño, al ver varios ataúdes, algunos terminados y otros aún sin pintar; pero que de todos modos yo asociaba con los muertos, a tal grado que de sólo verlos sentía la piel como de gallina.
Para colmo de males, un día nos dejaron a mi hermano y a mí, depositados en casa del tío, como se acostumbraba a decir cuando los niños quedaban bajo el cuidado de un familiar.
Aquella noche a la hora de dormir nos ubicaron en la sala, designándonos a cada uno, una hamaca. Ya acostados, el miedo era mayor, cuando por un lado, recordaba los ataúdes colocados a unos diez metros de distancia con sólo una pared de por medio; pero sobre todo, cuando sentía que se movía a cada momento aquel artefacto de pita, probablemente cuando mi hermano se daba vuelta y meneaba la viga de donde colgaba, pero que yo asociaba con el espíritu de algún difunto. Debo confesar que pasé envuelto de pies a cabeza toda la noche, temblando de miedo hasta que el sueño me venció y por fin para mi tranquilidad, al amanecer pude ver la luz del día entre las tejas de la casa.
Tío Manuel disfrutaba con su negocio, pero sobre todo con la venta de los ataúdes. Más de alguna vez vi cargar a dos o tres personas, una de aquellas tristes cajas mortuorias.
El tío, era tan creativo que había mandado a escribir en la pared de la casa, un letrero grande que los clientes leían con avidez y más de alguna sonrisa. Y que con mi hermano, siendo niños leíamos frecuentemente en voz alta, tal vez por no comprender totalmente su significado.
El letrero decía así:
Aquí cómprenme mi caja
para que me lleven
a mi último destino;
porque si no me la compran aquí,
me les devolveré del camino.
De niños, nos contó muchos cuentos como La Vaquillona, El Tío Coyote y otros más. Por supuesto que nosotros le pedíamos los que más nos gustaban y él accedía a contarlos con tanta gracia y detalles como si se tratara de la primera vez.
En los últimos años de vida, el tío Manuel llegaba a nuestra casa a la hora del almuerzo. Allí era atendido por mi madre que siempre le invitaba a almorzar. Mientras le servían la comida y una vez comía, nos contaba siempre sus historias.
A menudo nos contaba una pasada de lo que le sucedió en San Salvador, cuando les enseñó a unos señores fufurufos que encontró en un hotel capitalino, a echar la tortilla en la sopa. Narraba que a la hora del almuerzo le miraban con mucho recelo los señores, cuando el tomaba la tortilla, la hacía pedacitos y la ponía en la sopa. Eso sucedió durante los tres primeros días de estancia. Pero añadía que a los cuatro días, uno de los comensales distinguidos le preguntó que por qué lo hacía. Él le recomendó que lo probara. Aquel señor siguió su ejemplo y le gustó hacerlo. Al quinto día comentaba, casi todos hacían lo mismo.
A él le escuché hablar de los “siete tempranos” que los viejitos de antes ponían en práctica como el mejor remedio para vivir muchos años. Entre esos preceptos estaban: levantarse temprano, acostarse temprano, comer temprano, bañarse temprano, etc.
También le escuché hablar del trato afable que debía darse a perros y gatos, pues quien maltrata a tales animales, no será ayudado por ellos a pasar el río de sangre, en la otra vida.
Otro consejo que nos daba y que él ponía en práctica, era tomar una pizca de sal después de una comida fuerte. De esa manera, señalaba, nunca hará daño la comida. Y creo que su enseñanza tenía bastante razón. Lo mejor es probarlo.
A menudo nos narraba también, su viaje al cielo que aunque probablemente era un sueño, el aseguraba muy seriamente que fue un viaje de verdad. En su descripción daba detalles de cómo vio a Dios Padre y a Jesucristo y a la filas ordenadas de ángeles y santos. Y por supuesto del sitio que ocupaban sus familiares difuntos.
Aquel sueño se cumplió de verdad cuando a edad muy avanzada murió en la pobreza, dejándonos muchos y muy buenos recuerdos.
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MARIA
Sus ojos cafés eran inquietos,
alegres y vivarachos.
Cada mirada era un dardo
punzante de coquetería natural
para los hombres,
lanzado desde aquella efigie fresca
de adolescente campesina.
A su padre le llamábamos
tío Bernardino,
pero a ella, Maria, sin acento,
tal vez por ser tan especial.
Uno de mis hermanos mayores
la pretendía como novia.
Pero yo, en mi inocencia infantil
sentía que su mirada
sólo se detenía en mí,
a punto de decirme
cosas muy bellas.
En mi silencio
le dije también muchas cosas,
pues no necesitaba palabras.
La miraba más de una vez;
y eso para mí, ya era bastante.
Aquel año,
de vuelta a vacaciones,
ya no la encontré.
Con su familia
se había marchado a Honduras…
Entonces sentí una honda pena
y un gran vacío en el ambiente,
pues faltaba ella.
Pero más que todo, faltaban sus ojos
tan querendones.
-GANA Y SACA CON GANAS DE...
Todavía hace unos dos meses no se vislumbraba que el Movimiento Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA) alcanzara tanta presencia en los medios y en el ambiente salvadoreño.
Bien aprendimos en nuestros pininos por el mundillo político, que con recursos financieros y publicidad hasta un muerto puede levantarse, cuando de partidos se trata.
Y en ese tema de los recursos llama la atención como el Partido ARENA experto en el pasado reciente para comprar voluntades, esté ahora achicopalado o “sólo viéndolas pasar”, como dice el pueblo; pues su hijastro le ha robado todo protagonismo.
En un campo pagado publicado en los medios de mayor circulación, el viernes 9 de abril, el Partido ARENA, el partido de los platudos, se lamentaba que GANA esté comprando diputados areneros. Y califica a los patrocinadores de GANA como impostores.
Uno de los primeros señalamientos que se les podía hacer a los dirigentes de ARENA es qué tipo de diputados han tenido que son capaces de venderse al mejor postor.
No vamos a adentrarnos mucho en el tema de los posibles patrocinadores de GANA, pues lo han expresado abiertamente los líderes areneros con acusaciones muy directas al ex Presidente Saca, y como dijo el sabio Chespirito, eso ya se sospechaba desde un principio.
Lo que no se puede negar es que ahora GANA, después de contar con doce diputados rebeldes en diciembre pasado, cuenta ya con catorce, tras la incorporación del diputado suplente Juan Carlos Hernández y de los propietarios Eduardo Antonio Gomar y Rodrigo Samayoa; más varios alcaldes, entre ellos, Rafael Morán Orellana su actual coordinador nacional.
Por otro lado, GANA es ya la tercera fuerza política en la Asamblea Legislativa y puede llegar a serlo a nivel nacional como al parecer ya lo ubica una reciente encuesta de CID-Gallup, a pesar de no haber sido todavía autorizado como partido.
¿Qué lecciones se pueden aprender de la escisión en ARENA y del surgimiento de GANA?. Una primera, es que los gigantes con pies de barro fácilmente pueden caer y con gran estruendo. ¿Y por qué afirmar que ARENA tiene sus pies de barro?, pues porque nunca fue un verdadero partido fundamentado en principios y organizado en forma moderna, sino más bien una maquinaria para conseguir votos, como lo afirmamos en varios escritos pasados.
Si no, veamos los argumentos esgrimidos por los diputados rebeldes cuando afirmaron que dentro de ARENA no encontraban apertura, ni espacios para una actuación democrática y todavía más, que en el partido hay grupos irregulares listos para atacar a los disidentes.
Otra de las lecciones, es que muchos de los que se dedican al hacer político partidario salvadoreño, actúan como los viejos zorros politiqueros que una vez electos en cargos de elección popular, luchan a toda costa por permanecer en ellos, por servirse con la cuchara más grande y por “componerse”, como se dice vulgarmente, a expensas de los electores y de los contribuyentes.
La figura del ex Presidente Saca que ha realizado un periplo visitando primero al PCN, el 9 de abril, después al PDC y posteriormente a GANA , es una muestra irrefutable que este señor trabaja arduamente para sacar adelante al nuevo partido, como lo expresó de manera figurada al decir: “Tengo ganas de que el país salga adelante”.
Además por más que diga que trabaja por el bien general, se ve que pondrá todo su esfuerzo para sacarse la espina de la expulsión de ARENA y encontrarse a futuro en la palestra política como dirigente del nuevo partido, frente a la cúpula arenera y del mismo Cristiani.
En su encuentro con el ex presidente, los dirigentes de GANA le pidieron sin tapujos a Don Antonio Saca, no sólo que se incorpore al movimiento, sino que se ponga de una vez al frente del partido, como lo expresó Guillermo Gallegos, el pasado 15 de abril.
Según los reportes periodísticos el ex presidente no lo considera apropiado todavía, pero deja abierta la posibilidad que eso suceda más adelante, seguramente cuando pueda lograr un mayor impacto publicitario.
Mientras tanto, GANA, después de haber presentado los 700 libros con las 70,000 firmas al Tribunal Supremo Electoral, sólo espera el dictamen favorable del Tribunal Supremo Electoral para su inscripción como partido. Aspecto que seguramente fue cabildeado ya por Saca, en su visita al PCN, a cambio de alguna promesa importante para este partido.
De lo que se deduce que amarrado el PCN con alguna dádiva, la autorización de GANA como partido es casi segura, a no ser que ARENA por arte de magia pueda sacar alguna carta más alta, de esas que suelen sacar a última hora los políticos en nuestro mundillo político.
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