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Soy profesor universitario. Trabajo por el desarrollo de Cabañas, un departamento de El Salvador, muy bello, pero también donde hay mucha pobreza, especialmente en lo educativo y cultural. Soy planificador educativo y trabajé por muchos años como director y coordinador de proyectos sociales. Me considero una persona con una visión amplia que trata de valorar lo positivo de cada quien.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

CUANDO LLEGA DICIEMBRE

Vida en nuestros cafetales

(Con un clikc puede ampliar las imágenes)


Nacimiento en Iglesia de Panchimalco




UN DICIEMBRE SIN NAVIDAD

Comienzo estas líneas hoy veinticinco de diciembre y pregunto a mis amigos lectores: ¿Quién de ustedes, ha pensado en un diciembre sin navidad, sin una reunión o cena familiar? Pues pareciera que no lo concebimos, dentro de nuestra cultura occidental.
En 1980, unos días antes de la ofensiva final, siendo estudiante en París, me tocó pasar mi primera navidad fuera del ambiente de mi familia, (mi esposa y mis dos primeros hijos, Ramiro y Joanna). Aprovechando la vacación de diciembre, viajé a Roma. En aquella ciudad, pasé la “noche buena” junto a mi acompañante. Aunado a los efectos del vino, en algún momento lloré, al sentirme a miles de kilómetros de mi hogar, a pesar de encontrarme en un ambiente bello, pero al fin un poco extraño.
Más tarde, en 1985, me tocó pasar la navidad en Guinea Ecuatorial, África. En Malabo, capital de aquel país centroafricano, todo era tan diferente, en los días previos a la navidad. No había nada que sugiriera un ambiente de fiesta al estilo occidental. Nada de luces en las calles, nada de adornos, de música de la época y menos de los estridentes cuetes que acá tanto ruido hacen y tanto destrozo causan. Sin embargo, los expertos extranjeros de Naciones Unidas y sus familias, hicimos todo por vivir la amistad y fraternidad, llegada la “noche buena”. Los argentinos, asaron la carne en la fogata. Los chilenos prepararon sus tortas. Los peruanos, el ceviche. Los europeos aportaron los vinos y los postres. Yo preparé la música tropical, a cuyo ritmo bailamos. El solar, un predio cerrado de unas 5 manzanas de extensión, donde habían casas muy cómodas para los miembros de aquella comunidad, era pequeño para tanto regocijo y cariño. Sin embargo, para mí, faltaba mi familia y me faltaba mucho de lo que a los salvadoreños para estas fechas nos provoca “sacar un poco el ángel”.
Estas celebraciones de fin de año, están muy dentro de nosotros, quizás por la raíz tan fuerte que impregna la religión cristiana, que en verdad nos ata en buena medida, a la tradición y a las costumbres. Aunque el consumismo las ha deformado tanto, que todo parece hoy, moverse alrededor del comercio y de los negocios. Pero a pesar de ello, la alegría se siente por todas partes, y eso es bueno; pues renace un poco el optimismo, frente a la agobiante situación que vivimos los salvadoreños, gracias a las políticas públicas que dictan y administran el partido de gobierno y algunos de sus adláteres.
Sin embargo, la navidad y el año nuevo, para muchas personas de nuestro país, no es como pensamos los que contamos con una familia normalmente constituida y con un empleo o una fuente de ingresos estable. Un buen número de personas, viven estas fiestas como todos los días: en pobreza extrema. Pendientes de si tendrán unos dólares para el día siguiente. Muchas de esas personas, no tienen la familia para compartir una cena digna y carecen de un techo con las condiciones mínimas. ¿Cómo entonces les deseamos una feliz navidad y año nuevo?
En El Salvador, lo sabemos muy bien, la navidad nos es de alegría para todos. Para muchos es de tristeza y de desilusión, frente a una realidad que es tremenda, especialmente debido al alto costo de la vida y la falta de oportunidades. Sabemos que un grupo de poder no tan numeroso tiene mayor responsabilidad de esto. Sin embargo, de alguna manera, también muchos somos responsables, pues somos poco solidarios o no hacemos casi nada de lo que pudiéramos, para ayudar a cambiar la situación imperante.Por eso creo que es necesaria la navidad. Para que el Jesús salvador y liberador que nació en una cueva, nazca de nuevo en los corazones de todos, y nos recuerde que debemos contribuir en la medida de nuestras posibilidades, a que nuestro país sea más humano. Y que la paz “que es el desarrollo” según la doctrina social de la Iglesia Católica, reine de verdad en nuestros ambientes. Lo demás, no deja de ser costumbrismo o un festejo más.



DE APODOS, NOMBRES Y APELLIDOS

Una manera de poder identificar mejor a una persona es utilizando un mote o apodo. Esa costumbre se remonta a la civilización de la Roma Antigua.
En la edad media, se colocaba en las escrituras notariales, el término a quien llaman, señalando la forma en que los demás identificaban mejor a esa persona.
Al expandirse el Cristianismo, se adoptaron nombres bíblicos para llamar a las personas. Y con la llegada de los pueblos Bárbaros, apareció en Europa, una gran cantidad de nombres de origen germánico. Así como ahora en El Salvador, se ponen a los niños, nombres de artistas o de personas de otras nacionalidades que son muy conocidas o tal vez famosas.
El Concilio de Trento en el siglo XVI, obligó a los católicos a que se adoptara un nombre de santo para cada persona. Y más tarde en España al aparecer la Ley de Registro Civil, se obligó a colocar después del nombre, el apellido del padre y de la madre. En aquella época, debido al bajo nivel educativo de los escribanos, se dieron anotaciones incorrectas por ejemplo, para el apellido Jiménez, se comenzó a usar Giménez, o para el apellido Velasco, Velazco o tal vez Velásquez, etc., lo que dio lugar a una gama de nuevos apellidos, algunos muy parecidos.
Pero volviendo a los apodos, éstos se usaban como una manera efectiva de identificar a alguien y fueron pasando de generación en generación como apellidos. Así pues, muchos apellidos que hoy nos parecen comunes, más bien destacaban características de los primeros grupos familiares que fueron llamados con ellos.
Por ejemplo los apellidos: Negro, Blanco, Prieto, Colorado, Negroles, Rojas, Rubio, Moreno, Castaño, seguramente fueron dados a personas que tenían ese color de piel o de cabello.
El apellido Morales, se dio probablemente al que sembraba moras; Manzano al que cultivaba manzanas; Rey al que realizaba una hazaña o ganaba una competencia; Regalado, al regateador o al que quería todo a bajo costo; Valiente, al que sobresalía por no dejarse vencer fácilmente; Peña, al muy testarudo; Hurtado, a quien le robaron; Grande, a quien se destacaba por su estatura o corpulencia; Ramos a quien hacía arreglos florales; Guevara al que vendía huevos; y Choto o Cabrera, a quien criaba cabras.
Por otras características especiales, surgieron tal vez, los apellidos: Quijada, para identificar al de mandíbula abultada; Cabezas, a quien tenía muy grande ese órgano; Calvo, al de poco cabello; Mejía a quien se destacaba por sus cachetes; Ronquillo, al de voz un poco gruesa; Cano, a quien tenía el pelo blanco; y Barrigas o Panza, aquel con estómago abultado.
También resulta fácil entender que se dieran algunos apellidos a quienes prestaban determinados servicios o vendían cierto tipo de productos. Por ejemplo: Herrador, Zapatero, Molina, Pintor, Zapata, Cantarero, Mercado, Vaquero, Flores, Lima y Pintor. Ciertos constructores, tuvieron seguramente apellidos como; Baños, Iglesias, Torres, Casagrande, Catedral, Villa, Villafuerte, Fuentes y Tapia.
A personas adineradas y petulantes se le dio apellidos como los siguientes: Rico, Dueñas, Doñán y Donaires.
Y a quienes tenían un gran parecido con algunos animales se les llamó con apellidos como: Toro, Vaca, Cordero, Lovo, Lobato, Carballo, García, Cornejo, Chinchilla, Cabrales, Alas o Palomo.
Menos mal que por ahora la lista de apellidos pareciera estar completa. Si no, según la ocupación oiríamos en nuestro país, apellidos como: Guineo, Maicillo, Taxista, Busero, Voceador, Gasolinero, Arenero, Pecenista, Demócratacristiano, Efemelenista, Adeco, etc. Y con base a los apodos, podrían escucharse algunos apellidos, como: Tecolote, Cabezón, Loreto, Gusano, Caballo, Pájaro, Cuzuco, Chonchipollo, Chelona, Mágico, Curro, Maricón, etc.
Si alguien no está muy satisfecho con el nombre que le dieron al nacer, tal vez pueda hacer algo para cambiarlo, mediante un juicio de identidad.
En mi caso, estoy contento con el mio.