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Soy profesor universitario. Trabajo por el desarrollo de Cabañas, un departamento de El Salvador, muy bello, pero también donde hay mucha pobreza, especialmente en lo educativo y cultural. Soy planificador educativo y trabajé por muchos años como director y coordinador de proyectos sociales. Me considero una persona con una visión amplia que trata de valorar lo positivo de cada quien.

martes, 2 de abril de 2013

SEMANA SANTA 2013









 VACACIONES DE NUESTRA GENTE EN EL MAR
 



(Con un click aumenta la imagen)











 































SEMANA SANTA, UN PERÍODO DE VACACIONES Y TRADICIONES



La semana santa coincide con el abundante calor de nuestro verano que comienza en noviembre y termina prácticamente en el mes de mayo.

Este año, un tardío frente frío arrastró vientos y un ambiente más fresco hacia nuestro país, al menos en las partes altas del territorio, durante los primeros días de la semana.

Si ya por naturaleza el pueblo salvadoreño es cálido en su personalidad, en este período tal espíritu se eleva exponencialmente junto al fervor de la “semana mayor”.

Las vacaciones en El Salvador, contrario a lo que sucede en otros países, están distribuidas para los empleados públicos de manera general, de acuerdo a la ley de Asuetos, Vacaciones y Licencias de marzo de 1940,  en tres períodos: semana santa, las fiestas patronales de cada departamento (municipio) y las fiestas de navidad y año nuevo.

Aunque la persona del Presidente Maximiliano Hernández Martínez quedó en el libro negro de la historia por sus actuaciones políticas y genocidas, no se puede negar que respecto a las vacaciones, aquel gobernante tomó una decisión bastante sabia, a tal grado que aquella normativa se conserva hasta hoy en día, permitiendo que el descanso y la participación en las festividades importantes queden distribuidos adecuadamente durante el año calendario.

En la actualidad, casi la totalidad de las empresas privadas asignan las vacaciones anuales a los empleados y trabajadores, en la misma forma en que lo hace la administración pública.

En cuanto a la celebración de la semana santa, a pesar de las innovaciones tecnológicas y la penetración de otras ideas y modas extranjeras, la tradición religiosa de esta época está tremendamente arraigada en la mentalidad del salvadoreño común y lejos de disminuir, parece que aumenta año con año con la ayuda de los medios de comunicación. Y es que como lo hemos afirmado en otros escritos, el pueblo salvadoreño que es mayoritariamente pobre, se identifica plenamente con un Jesús sufriente, perseguido y condenado injustamente a muerte de cruz.

En la piedad popular, que es diferente a lo que la Iglesia Católica jerárquica establece como piedad ortodoxa y oficial, se manifiestan ritos y tradiciones que son los que realmente le dan un sentido popular a las celebraciones de esta época.

Basta ver los actos y  procesiones como la Del Silencio, el jueves santo; el Vía Crucis o de Los Encuentros y el Santo Entierro, el viernes santo, para constatar la fe emotiva de la gente que es bastante diferente a la fe racional de los teólogos y clérigos católicos.

Por otra parte, los ritos penitenciales que la misma feligresía se impone y que a veces no es bien vista por los sacerdotes y la jerarquía, demuestran que el pueblo se traza sus propias formas para expiar sus pecados o para agradecer lo que ellos consideran milagros recibidos de la mano de Dios y de la Virgen.

Esos actos no son algo programado o reglado, los llevan a cabo los creyentes de manera espontánea y sincera. Menos mal que no ha aparecido un jerarca con ideas despóticas que prohíba a la gente esa manera particular de expresarse y acercarse a Dios en estos días.

Se puede decir, que existen dos formas de celebración en la semana santa, la oficial que sigue la liturgia de la Iglesia católica y la que dirigen las hermandades o cofradías que en algunos casos congregan a cientos de militantes voluntarios que siguen un verdadero código de actuación y de servicio.

Tales hermandades y cofradías participan de los ritos más tradicionales como: la elaboración de las vestimentas de la imágenes, su lavado y planchado; la escena de Jesús Cautivo; la escena de Jesús en el huerto; y el ordenamiento de las procesiones del viernes santo, especialmente del Vía Crucis y del Santo Entierro y el desarrollo de los actos de la crucifixión y  la de la adoración de la cruz.

Desde hace unos quince años se ha incrementado en casi todos los pueblos de El Salvador, la elaboración de las alfombras, especialmente para la procesión del Santo Entierro. En tal tarea participan de manera activa y desinteresada,  familias enteras, personas adultas, muchos jóvenes y niños de los barrios y colonias. Y en los últimos tiempos, hasta algunas municipalidades que buscan sacar su raja política, aportando materiales para su elaboración.

Tanta fe, tanta demostración de veneración y amor por lo sagrado en estos días, no ha podido ser destruido por otras iglesias que en el pasado hasta se burlaban de la devoción de la gente, al ridiculizarles que adoraban “pedazos de palo” refiriéndose a las imágenes del Nazareno, de la Virgen y de otros santos con que los católicos simbolizan la pasión y muerte de Jesucristo. Por el contrario, muchas de esas denominaciones religiosas han tenido que aprovechar el ambiente, para hacer sus cultos, aprovechando el tema de la pasión y muerte del Señor.

Al constatar el deterioro de nuestra cultura y la creciente falta de identidad cultural, la semana santa viene a ser un pequeño paréntesis para recrear lo nuestro, que al final de cuentas, es aquello con lo que el pueblo se identifica plenamente.










GERANIOS DE ABRIL



Esta tarde me encuentro rodeado

de muchas flores.

Entre ellas, muy cerca de mí,

unas que encuentro muy bellas.



En cada planta, no menos de cinco ramos.

En cada ramo, no menos de diez flores.

En cada flor,  no menos de seis pétalos.

Así son los geranios de abril.



Los hay de muchos colores:

los lila, los naranja y los rojos.

Estos últimos, tal vez, los que más abundan.

Pero los  hay también rosados y blancos.



Cómo me gustan los blancos…

ellos tienen la pureza

de las almas que se entregan por entero,

llenas de bondad y de ternura.



Pero prefiero los rosados

por ser mezcla de sangre y de paz

de lucha y de inocencia

tejidas a la luz del sol.



Sus flores que parecen frágiles

resulta que son tan fuertes;

pues aunque las azote el viento

conservan todos sus pétalos.



Todos juntos esos ramos,

en medio de un verde fresco,

hacen un juego perfecto,

a imagen de la naturaleza.



Y al mirarlos uno por uno,

descubro que son en conjunto

como una melodía completa,

escrita en muchos colores.



En ellos escucho las voces

graves y altas de los estambres;

delicadas,  de los pistilos

e infantiles de los verdes botones.



Como quisiera quedarme

para seguirlos mirando

y sin pronunciar palabra,

saber descifrar su idioma.



Aunque al llegar la tarde, de nuevo,

me marcharé con los vientos…

sólo me quedarán  los recuerdos

de estos geranios de abril.

Ramiro Velasco, abril de 2013










LAS MIELES Y OTROS PLATILLOS TRADICIONALES DE LA SEMANA SANTA



En los años cincuenta del siglo pasado, el Departamento de Cabañas como casi todo El Salvador era eminentemente rural. Y por la tradición católica las familias acostumbraban a tener “todos los hijos que Dios les diera”. Por eso, era normal ver en el campo, hogares con doce y diez hijos, lo que en la práctica constituía todo un batallón.

La economía campesina giraba alrededor de productos primarios de tipo agropecuario, de granos básicos como el maíz y el frijol que eran parte fundamental de la dieta básica de la población;  de la caña de azúcar que los campesinos utilizaban para hacer el dulce de panela y de productos lácteos, propios de aquella zona eminentemente ganadera.

Tanto el maíz como los atados de dulce eran guardados en el tabanco de la cocina. Este era como una segunda planta hecha de vigas, de cuartones y de varas a veces sin labrar, que en conjunto formaban un tejido amplio, sujetado con clavos y amarrado con bejucos  muy resistentes.

Para subir al tabanco había que trepar por una escalera, a veces muy rudimentaria, consistente en una viga en la que se hacían pequeñas hendiduras,  justo para colocar cada pie mientras se subía o se bajaba.

El maíz era guardado en mazorca para el año entero con todo y tusa y los atados de dulce también estaban envueltos en tusa. Al subir el humo de las hornillas de leña hacia el tabanco, se adhería en la tusa en forma de hollín, protegiendo aquellas  provisiones de los insectos y roedores.

En aquel ambiente, había limitaciones, pero nunca faltaba el alimento que se cosechaba en la milpa o el que se obtenía de las vaquitas o se pescaba en forma abundante en las quebradas y ríos.

Entre las tradiciones de la semana santa además del aspecto religioso, estaba el gastronómico, que en buena medida era una herencia de nuestros antepasados.

Como en los días mayores de la semana santa,  las mujeres no cocinaban en señal de respeto, pero también para poder participar en los actos religiosos, tenían que preparar los alimentos en forma anticipada y abundante para toda la familia, desde los días anteriores.

Los hombres debían de dotar a la casa desde la semana anterior, de suficiente leña para el horno y para la cocina y entre otras cosas, también cortar las hojas de huerta, ordenarlas en rollos especiales y calentarlas al fuego antes de hacer los tamales. 

Los hombres también eran responsables de la pesca en los ríos cercanos donde agarraban con atarraya, pescado de espina como: juilines, gorditos, tepemechines, mojarras, cuatrojos, chacalines y todo tipo de chimbolas. Utilizando anzuelos podían agarrar también: lizas, lebrianchas, bagres y si se tenía mucha suerte, hasta robalos.

En la zona alta del Río Lempa, se pescaba también los cacaricos, que eran una especie de camarones pero más duros y resistentes y que cocidos tenían un sabor especial. Para sacarlos, los mejores nadadores tenían que meterse a la chorrera, donde el río era más fuerte y meter la mano debajo de las piedras que era su hábitat natural.

Al llegar a casa, todo el pescado era limpiado y luego de abierto, se salaba para ponerlo a secar al sol.

El día lunes santo debían de estar disponibles materiales como la harina de trigo y de maíz, el moscabado o azúcar blanca, los huevos y otros ingredientes necesarios para la confección de los alimentos.

El día martes santo se preparaba el pan, hecho con harina de trigo, las quesadillas con harina de arroz y abundante queso y las semitas y salporas con harina de maicillo.

El miércoles santo, se hacían los tamales de gallina y los tamales pisques o chombos. Éstos últimos eran preparados con una masa especial de maíz que se enrollaba  en las hojas de huerta y que cocida se abrían como las láminas de un papiro. Los chombos sustituían a la  tortilla en los tiempos de comida desde el jueves hasta el sábado santo.

El pescado era el principal ingrediente para las tortas, principal plato a servir el jueves y viernes santo.

Como postre, se servía en esos días, las torrejas hechas en miel con dulce de panela y también el dulce de mango o de jocote, acompañados del chilate que era un rico atol hecho a base de maíz joco, un poco de jengibre y pimienta gorda.

La semana santa de aquellos tiempos era de reflexión cristiana, pero también un período para disfrutar platillos propios de la época, siguiendo la tradición de nuestros ancestros.










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