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DISFRUTÉ CON MUJERES Y BUEN VINO
Algunos apreciados lectores se habrán interesado en este escrito por el título, que sugiere hechos tan antiguos como la narración de Noé en la Biblia (Gen 9: 20) o de Lot (Gen 19: 30-38), y tan común para recriminar a los hombres que se dan según algunos, a la “buena vida” o según otros, a las malas costumbres.
Pues no les miento, desde unos días antes de la navidad llegaron a casa dos amigas europeas, que unidas a las tres mujeres con que vivo (mis dos hijas y mi esposa) nos constituimos en un grupo explorador completo, dispuesto a salir por varios rincones del país.
Además del vino que no faltó especialmente en las cenas de navidad y año nuevo, tuvimos la oportunidad de visitar varios sitios y constatar situaciones de las que no participaba desde hacía algún tiempo.
Una de esas vivencias fue asistir a las confirmaciones del día domingo en la catedral metropolitana, pues había un familiar que se confirmaba y no podíamos faltar. Lo que más me llamó la atención en este caso, fue la charla que todo el mundo debe recibir antes de la ceremonia y que estuvo a cargo de un seglar supuestamente preparado para orientar a la feligresía.
Les diré que me pareció remontarme a los tiempos de hace un siglo o en todo caso, anteriores al Concilio Vaticano II. Aquel hombre, tal vez parodiando a varios pastores evangelistas, centró su exposición contra la bebida, el cigarrillo y los vestidos cortos de las mujeres. Además se habló del diablo y del infierno en su más clásica interpretación. Me preguntaba en mis adentros, si no hay aspectos más relevantes de los que se pueda hablar, aprovechando aquel público venido de diferentes pueblos, con diferentes niveles educativos o de “católicos de nombre” que probablemente se acercan más por cumplir con una tradición.
Después de cuarenta minutos de oír pacientemente, me levanté como el viejo cansado que necesita un poco de aire. Y aprovechando lo grueso de las columnas de la cripta, me coloqué detrás de una, desde donde pude apreciar a mucha gente humilde bastante atenta, pero a otras personas probablemente con mayor formación, con una cara de desgano o impaciencia.
En un momento se desconectó un alambre del micrófono y con toda la seriedad del mundo, aquel consejero o catequista afirmó que era el diablo que se había metido para impedir que su charla fuera escuchada.
Al final, me quedó la impresión que en algunos casos, sigue vigente el Concilio de Trento y no el Vaticano II, y menos Medellín, Puebla, Santo Domingo y últimamente, Aparecida. Y esto seguramente sucede, con la bendición de los máximos jerarcas nacionales de la Iglesia Católica.
Sin embargo, no todo fue negativo. En nuestras andadas por algunos sitios del país, en primer lugar constaté, que muchos hermanos salvadoreños venidos de países como Estados Unidos y Canadá están dando vida al turismo interno salvadoreño.
Así nos encontramos con mucha gente en el Boquerón del Volcán de San Salvador, cuyo paseo recomiendo, de ser posible en un día despejado y en horas de la mañana, para apreciar el fondo del cráter con una luz más directa del sol. Sin embargo, este sitio a pesar de la cantidad de visitantes, no ha sido prioridad para el Ministerio de Turismo. Esto se nota, pues hay un tramo de carretera no asfaltado; no hay suficientes señales para el turista, y menos un estacionamiento adecuado para los vehículos.
En los sitios Joya de Cerén y San Andrés, se veían pocos visitantes para apreciar el museo y la parte excavada de lo que constituye vestigios importantes de nuestros antepasados. Me pareció muy bien el servicio de guías y el amplio estacionamiento.
En Joya de Cerén, es una entidad privada (tal vez sin fines de lucro) la que administra el centro, a pesar de ser Patrimonio de la Humanidad, mérito éste de los funcionarios de Educación y Relaciones Exteriores que nos esforzamos a principios de los años noventa, para que la UNESCO lo declarara como tal.
Por otra parte, no me explico como para el día 2 de enero estuviera cerrado el Museo de Antropología David J. Guzmán de San Salvador, y que los sitios El Tazumal y Casa Blanca de Chalchuapa, tampoco abrieran sus puertas el 3 de enero. Eso me indica la poca visión de los administradores de tales lugares, que deberían trabajar los días feriados y de vacaciones, pues es justamente entonces, cuando los visitantes del extranjero llegan al país.
Lástima que CONCULTURA por las decisiones de los últimos gobiernos, está perdiendo el status adecuado para que el estado pueda darle impulso real a los aspectos culturales del país.
Contrario a los museos, los turistas nacionales venidos del extranjero se veían en mayor número en las playas y en lugares abiertos como la Ruta de las Flores, el Lago de Coatepeque, Ilobasco, Los Planes de Renderos y la Puerta del Diablo. Pero en poca cantidad, en el Lago de Ilopango, San Sebastián e Izalco, y probablemente en otros nuevos sitios arqueológicos e históricos que a la vez requieren ser preparados para el turismo interno y externo. Lo que indica que es necesaria una mayor difusión sobre lugares no tan valorados que tienen mucha importancia; y un mayor apoyo gubernamental para el rescate de lo nuestro.
Anoté como hecho interesante que en San Sebastián, quedan apenas unos 7 talleres artesanales de tejido y que los jóvenes rehúyen ese tipo de ocupación, según me lo confirmaron vecinos del lugar. Esto significa que poco a poco ese patrimonio cultural será en algunos años, sólo un recuerdo.
Pero no sólo estuvimos en los sitios denominados turísticos del país, también llevamos al azar a nuestras visitantes, al Mercado de Santa Tecla y al de Sensuntepeque, éste último con bastantes limitaciones. Lo hicimos conscientemente, pues a veces cometemos el error de sólo querer mostrar a los extranjeros lo más “bonito” según nosotros, y nos olvidamos que ellos desean conocer también lo típicamente nuestro, cómo la gente común, su clase de alimentos, su vestimenta, su manera de expresarse. Por ejemplo, una de nuestras visitantes, quedó prendada de los delantales coloridos y con múltiples bolsas de nuestras vendedoras de los mercados y terminó comprando uno. Le gustaron tanto los frijoles, que a su regreso compró unas libras para llevárselas y prepararlos en su casa. También les encantó las diferentes frutas de estación, especialmente las sandías, los melones, los zapotes y las piñas.
Al salir al interior del país, les impresionó nuestra vegetación existente en las praderas y cerros. Que de paso es lo que más podemos mostrar. A una de las viajeras, le gustaron mucho, los árboles como los conacastes, las ceibas, los mangos, los maquilishuat; y arbustos como los pitos y los izotes.
Les impactó también, nuestros volcanes y bosques de café; las flores de todo tipo que se ven en jardines y carreteras; lo verde de nuestros campos; así como, nuestros lagos naturales, todos tan vinculados a los volcanes.
Les pareció algo típico, los grupos de cortadores con sus canastos y los pequeños camiones, casi siempre repletos de gente que constituyen los verdaderos vehículos de transporte para el campesino, (aunque para nosotros significan todavía niveles de atraso y una deuda social).
Y por supuesto, les llamó la atención, los gritos de los ayudantes de camión cuando orientan al motorista con el grito de: “¡dele, dele, dele!”, y lo terrible de los “buseros” que manejan sus armatostes como una amenaza constante para peatones y personas que viajan en otros vehículos.
Por mí, me quedaría todavía de vacaciones, dando vueltas de aquí para allá y de allá para acá. Pero sé que ya con nuevas energías, debo retomar mis ocupaciones rutinarias.
Ojalá que en el año nuevo que se avecina muy retador en los aspectos sociales y políticos, podamos proseguir todos, con las luchas y esfuerzos por cambios positivos para toda la población salvadoreña.
Algunos apreciados lectores se habrán interesado en este escrito por el título, que sugiere hechos tan antiguos como la narración de Noé en la Biblia (Gen 9: 20) o de Lot (Gen 19: 30-38), y tan común para recriminar a los hombres que se dan según algunos, a la “buena vida” o según otros, a las malas costumbres.
Pues no les miento, desde unos días antes de la navidad llegaron a casa dos amigas europeas, que unidas a las tres mujeres con que vivo (mis dos hijas y mi esposa) nos constituimos en un grupo explorador completo, dispuesto a salir por varios rincones del país.
Además del vino que no faltó especialmente en las cenas de navidad y año nuevo, tuvimos la oportunidad de visitar varios sitios y constatar situaciones de las que no participaba desde hacía algún tiempo.
Una de esas vivencias fue asistir a las confirmaciones del día domingo en la catedral metropolitana, pues había un familiar que se confirmaba y no podíamos faltar. Lo que más me llamó la atención en este caso, fue la charla que todo el mundo debe recibir antes de la ceremonia y que estuvo a cargo de un seglar supuestamente preparado para orientar a la feligresía.
Les diré que me pareció remontarme a los tiempos de hace un siglo o en todo caso, anteriores al Concilio Vaticano II. Aquel hombre, tal vez parodiando a varios pastores evangelistas, centró su exposición contra la bebida, el cigarrillo y los vestidos cortos de las mujeres. Además se habló del diablo y del infierno en su más clásica interpretación. Me preguntaba en mis adentros, si no hay aspectos más relevantes de los que se pueda hablar, aprovechando aquel público venido de diferentes pueblos, con diferentes niveles educativos o de “católicos de nombre” que probablemente se acercan más por cumplir con una tradición.
Después de cuarenta minutos de oír pacientemente, me levanté como el viejo cansado que necesita un poco de aire. Y aprovechando lo grueso de las columnas de la cripta, me coloqué detrás de una, desde donde pude apreciar a mucha gente humilde bastante atenta, pero a otras personas probablemente con mayor formación, con una cara de desgano o impaciencia.
En un momento se desconectó un alambre del micrófono y con toda la seriedad del mundo, aquel consejero o catequista afirmó que era el diablo que se había metido para impedir que su charla fuera escuchada.
Al final, me quedó la impresión que en algunos casos, sigue vigente el Concilio de Trento y no el Vaticano II, y menos Medellín, Puebla, Santo Domingo y últimamente, Aparecida. Y esto seguramente sucede, con la bendición de los máximos jerarcas nacionales de la Iglesia Católica.
Sin embargo, no todo fue negativo. En nuestras andadas por algunos sitios del país, en primer lugar constaté, que muchos hermanos salvadoreños venidos de países como Estados Unidos y Canadá están dando vida al turismo interno salvadoreño.
Así nos encontramos con mucha gente en el Boquerón del Volcán de San Salvador, cuyo paseo recomiendo, de ser posible en un día despejado y en horas de la mañana, para apreciar el fondo del cráter con una luz más directa del sol. Sin embargo, este sitio a pesar de la cantidad de visitantes, no ha sido prioridad para el Ministerio de Turismo. Esto se nota, pues hay un tramo de carretera no asfaltado; no hay suficientes señales para el turista, y menos un estacionamiento adecuado para los vehículos.
En los sitios Joya de Cerén y San Andrés, se veían pocos visitantes para apreciar el museo y la parte excavada de lo que constituye vestigios importantes de nuestros antepasados. Me pareció muy bien el servicio de guías y el amplio estacionamiento.
En Joya de Cerén, es una entidad privada (tal vez sin fines de lucro) la que administra el centro, a pesar de ser Patrimonio de la Humanidad, mérito éste de los funcionarios de Educación y Relaciones Exteriores que nos esforzamos a principios de los años noventa, para que la UNESCO lo declarara como tal.
Por otra parte, no me explico como para el día 2 de enero estuviera cerrado el Museo de Antropología David J. Guzmán de San Salvador, y que los sitios El Tazumal y Casa Blanca de Chalchuapa, tampoco abrieran sus puertas el 3 de enero. Eso me indica la poca visión de los administradores de tales lugares, que deberían trabajar los días feriados y de vacaciones, pues es justamente entonces, cuando los visitantes del extranjero llegan al país.
Lástima que CONCULTURA por las decisiones de los últimos gobiernos, está perdiendo el status adecuado para que el estado pueda darle impulso real a los aspectos culturales del país.
Contrario a los museos, los turistas nacionales venidos del extranjero se veían en mayor número en las playas y en lugares abiertos como la Ruta de las Flores, el Lago de Coatepeque, Ilobasco, Los Planes de Renderos y la Puerta del Diablo. Pero en poca cantidad, en el Lago de Ilopango, San Sebastián e Izalco, y probablemente en otros nuevos sitios arqueológicos e históricos que a la vez requieren ser preparados para el turismo interno y externo. Lo que indica que es necesaria una mayor difusión sobre lugares no tan valorados que tienen mucha importancia; y un mayor apoyo gubernamental para el rescate de lo nuestro.
Anoté como hecho interesante que en San Sebastián, quedan apenas unos 7 talleres artesanales de tejido y que los jóvenes rehúyen ese tipo de ocupación, según me lo confirmaron vecinos del lugar. Esto significa que poco a poco ese patrimonio cultural será en algunos años, sólo un recuerdo.
Pero no sólo estuvimos en los sitios denominados turísticos del país, también llevamos al azar a nuestras visitantes, al Mercado de Santa Tecla y al de Sensuntepeque, éste último con bastantes limitaciones. Lo hicimos conscientemente, pues a veces cometemos el error de sólo querer mostrar a los extranjeros lo más “bonito” según nosotros, y nos olvidamos que ellos desean conocer también lo típicamente nuestro, cómo la gente común, su clase de alimentos, su vestimenta, su manera de expresarse. Por ejemplo, una de nuestras visitantes, quedó prendada de los delantales coloridos y con múltiples bolsas de nuestras vendedoras de los mercados y terminó comprando uno. Le gustaron tanto los frijoles, que a su regreso compró unas libras para llevárselas y prepararlos en su casa. También les encantó las diferentes frutas de estación, especialmente las sandías, los melones, los zapotes y las piñas.
Al salir al interior del país, les impresionó nuestra vegetación existente en las praderas y cerros. Que de paso es lo que más podemos mostrar. A una de las viajeras, le gustaron mucho, los árboles como los conacastes, las ceibas, los mangos, los maquilishuat; y arbustos como los pitos y los izotes.
Les impactó también, nuestros volcanes y bosques de café; las flores de todo tipo que se ven en jardines y carreteras; lo verde de nuestros campos; así como, nuestros lagos naturales, todos tan vinculados a los volcanes.
Les pareció algo típico, los grupos de cortadores con sus canastos y los pequeños camiones, casi siempre repletos de gente que constituyen los verdaderos vehículos de transporte para el campesino, (aunque para nosotros significan todavía niveles de atraso y una deuda social).
Y por supuesto, les llamó la atención, los gritos de los ayudantes de camión cuando orientan al motorista con el grito de: “¡dele, dele, dele!”, y lo terrible de los “buseros” que manejan sus armatostes como una amenaza constante para peatones y personas que viajan en otros vehículos.
Por mí, me quedaría todavía de vacaciones, dando vueltas de aquí para allá y de allá para acá. Pero sé que ya con nuevas energías, debo retomar mis ocupaciones rutinarias.
Ojalá que en el año nuevo que se avecina muy retador en los aspectos sociales y políticos, podamos proseguir todos, con las luchas y esfuerzos por cambios positivos para toda la población salvadoreña.
Recuerdos de Enero
Aquella tarde, te besé por primera vez.
Y en un gran abrazo,
quedó fundido nuestro amor.
Sólo los pájaros bullangueros,
en la copa cerrada de los árboles,
y el viento con sus pequeñas ráfagas,
fueron testigos de aquel encuentro.
Entrada la noche, las luciérnagas
nos hacían señales con sus tenues luces,
como presagiando tal vez,
la brevedad de nuestro romance.
Aquel día quedó escrito en la historia
de nuestras vidas;
y marcado con el nerviosismo,
y el paso acelerado de nuestros corazones.
Era enero. Ese mes de buenas noticias
y de muchas incógnitas,
con el que comienza cada año.
Sin embargo, pasado algún tiempo,
todo se esfumó como la espuma.
Y como la penumbra desaparece
con los primeros rayos de sol,
así nuestro frágil amor,
se perdió entre la nubes y la distancia.
Desde entonces, cuando llegan estas fechas,
aparece en mi sendero lúgubre y peligroso,
una remota esperanza…
Tal vez porque espero de manera inconsciente,
que todo se iluminará de nuevo,
cuando aparezcas tú.
(Ramiro Velasco)
Aquella tarde, te besé por primera vez.
Y en un gran abrazo,
quedó fundido nuestro amor.
Sólo los pájaros bullangueros,
en la copa cerrada de los árboles,
y el viento con sus pequeñas ráfagas,
fueron testigos de aquel encuentro.
Entrada la noche, las luciérnagas
nos hacían señales con sus tenues luces,
como presagiando tal vez,
la brevedad de nuestro romance.
Aquel día quedó escrito en la historia
de nuestras vidas;
y marcado con el nerviosismo,
y el paso acelerado de nuestros corazones.
Era enero. Ese mes de buenas noticias
y de muchas incógnitas,
con el que comienza cada año.
Sin embargo, pasado algún tiempo,
todo se esfumó como la espuma.
Y como la penumbra desaparece
con los primeros rayos de sol,
así nuestro frágil amor,
se perdió entre la nubes y la distancia.
Desde entonces, cuando llegan estas fechas,
aparece en mi sendero lúgubre y peligroso,
una remota esperanza…
Tal vez porque espero de manera inconsciente,
que todo se iluminará de nuevo,
cuando aparezcas tú.
(Ramiro Velasco)
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