Artículos
Octubre 2006.
1. Muchas lotificaciones y escasos espacios para la gente
El Código Municipal, que es ley de la República, señala en el Título III, Artículo 4, numeral 23 y 27, lo que le compete a los Concejos Municipales, en cuanto a espacios públicos y autorización de nuevas construcciones. Y dice, que “en caso de calles y aceras deberá garantizarse la libre circulación sin infraestructura y otras construcciones que la obstaculicen”. Y que les corresponde, “la autorización y fiscalización de parcelaciones, lotificaciones, urbanizaciones y demás obras particulares, cuando en el municipio exista el instrumento de planificación y la capacidad técnica instalada para tal fin. De no existir estos instrumentos, deberá hacerlo en coordinación con el Viceministerio de Vivienda y Desarrollo Urbano y de conformidad con la ley de la materia”.
Basta recorrer algunas lotificaciones antiguas y nuevas, en los alrededores de nuestros pueblos de Cabañas, para constatar que se han autorizado lotificaciones, que se convertirán o se han convertido en colonias y que son un verdadero desastre urbanístico.
Pareciera que se toma de ejemplo el Sensuntepeque que fue diseñado en tiempos muy remotos. Lastimosamente cuando se estableció este querido pueblo, eran otras las condiciones en cuanto a la cantidad de población y la circulación de vehículos. Pero ahora, ya no queda espacio ni para los peatones, pues algunas aceras que debieran ser para que camine la gente, han sido cerradas con baranda de hierro o las ocupan los vendedores callejeros; y en algunas calles de por si estrechas, ya no cabe tanto vehículo.
Pero dejemos de lado, el caso de las antiguas ciudades; y volvamos a las llamadas lotificaciones, que son diseñadas con calles tan estrechas, que apenas caben 2 vehículos en circulación opuesta. En ellas, el espacio para las aceras o no existe, o es demasiado angosto; y no se deja el metro libre obligatorio, entre la calle y la acera, para sembrar plantas o colocar los famosos postes (ahora utilizados al máximo por las empresas privadas de energía eléctrica, teléfonos, cable, etc.).
Y si se pregunta en la lotificación, dónde está el sitio que han dejado para el pequeño parque o la zona verde, se comprobará que por lo general no lo hay. Y menos lo habrá, para una casa comunal, para una clínica, o para el futuro mercadito. Es más, muchas lotificaciones se hacen sin la factibilidad de luz eléctrica, de agua potable y de aguas lluvias y residuales, que son servicios tan esenciales para los futuros habitantes. En resumen, los lotificadores particulares y las empresas que se dedican a este negocio, se olvidan de que en esos terrenos va a vivir y transitar mucha gente. Pareciera que a ellos, sólo les interesa sacar su dinero y ganar lo más posible.
Entonces surge la pregunta, ¿Y qué regulación aplican nuestras alcaldías? ó ¿qué supervisión hacen las oficinas de catastro de nuestras municipalidades?. La respuesta parece ser, que no existe el mínimo nivel de planificación urbana; y que los lotificadores particulares o empresas lotificadoras, pueden hacer lo que les venga en gana, a lo mejor “compadre hablado” con las instancias locales correspondientes.
En el Gran San Salvador, existen algunas colonias que podrían servir de ejemplo de buen ordenamiento territorial. Baste sólo un ejemplo: La Colonia Jardines de Guadalupe, en Antiguo Cuscatlán, con calles amplias; con aceras de más de un metro de ancho; con más de un metro entre la acera y la calle, donde se han plantado árboles. Además entre la acera y la construcción principal de cada casa, hay 3 metros obligatorios, que se utilizan por los dueños de los lotes, como cochera o jardín. Adicionalmente, se encuentran parques y una amplia zona verde para el esparcimiento de los niños y jóvenes de la comunidad.
Sería bueno, que los posibles compradores de un lote, pidieran a los lotificadores de Sensuntepeque y otras ciudades y pueblos de Cabañas, que les muestren los planos y las aprobaciones oficiales. Que pregunten en cada lotificación, dónde han dejado el espacio para el parquecito o para la casa comunal. Y a los funcionarios de nuestras alcaldías que muestren la ordenanza municipal, o la ley que se aplica para aprobar tales lotificaciones.
No se necesita ser un gran ingeniero civil, para entender que construir una casa en un cerro, resulta más caro e inseguro, y es más difícil llevar hasta allí, los servicios básicos ya deficitarios, como el agua. ¿Por qué entonces no buscar terrenos más planos que puedan permitir más accesibilidad en el futuro, aunque estén un poco lejos de la ciudad actual?.
No hemos aprendido la lección, de que en ciudades como Sensuntepeque, existe gran congestionamiento de vehículos; que hay problemas muy serios con la conducción del agua potable hasta las casas y que en el futuro tales problemas serán más tremendos.
Por último, debemos señalar con tristeza, cómo la parte alta de Guacotecti, que probablemente fue un asentamiento indígena importante y en donde se encontraban algunos de los pocos vestigios de la Cultura Indígena Pipil en el Departamento, haya sido invadido por el cemento; y en donde hasta las zonas que debieran ser patrimonio de la comunidad, parece ser que han sido o van ser lotificadas.
¿Podremos algún día corregir tanta improvisación y desorden urbanístico?. ¿Qué opina Usted amigo o amiga, de lo expuesto? Y sobre todo, ¿qué dicen las autoridades municipales?.
Existen dos posibles explicaciones para que se de esta situación, o no existe plena consciencia de las responsabilidades de los Concejos Municipales; o falta todavía la capacidad suficiente, para desarrollar buenos gobiernos locales que pongan orden y mejoren el proceso de urbanización en Cabañas.
Octubre 2006
Monseñor Clemente Barrera cumple 50 años de vida sacerdotal
Era el año 1925. Apenas habían transcurrido 6 años de aquella feroz Primera Guerra Mundial que dejó devastados a los países vencidos y que ocasionó también grandes daños, al resto de Europa. El Salvador que tomó una posición neutral en la guerra, gozaba de gran tranquilidad y había logrado un gran avance económico, gracias a la producción y al comercio del café. Las ventas de este grano al exterior, para aquellos días, ocupaban cerca del 95 % del total de exportaciones. El país era gobernado por el Presidente Dr. Alfonso Quiñónez Molina, parte de la Dinastía Quiñónez Meléndez, iniciada en 1918.
El Departamento de Cabañas había perdido para aquel año, parte de la importancia que tuvo en décadas anteriores; pues el comercio del añil casi había desaparecido, ante el descubrimiento en Alemania, del tinte sintético. Cabañas y Sensuntepeque, estaban muy alejados de los avances modernos.
Más allá, donde el Río Lempa hace frontera con Honduras, a unos 25 kilómetros de distancia de Sensuntepeque, en el Cantón San Marcos, el 28 de noviembre de aquel mismo año, el hogar de Eulalio Barrera y Marcelina Rivas, recibía al recién nacido que pronto bautizarían con el nombre de Clemente.
¡Quién podría imaginar entonces, que de un cantón tan humilde, saliera al ambiente nacional, primero un niño que inicia sus estudios en su cantón natal, que los continúa después en Ahuachapán, bajo la tutela de los Misioneros Josefinos; que se radica después en México, donde cursa los estudios de filosofía; y que regresa a El Salvador, en 1952, para terminar sus cuatro años de teología, en el Seminario San José de La Montaña!.
Por fin, el 21 de octubre de 1956, aquel joven seminarista, ve llegar su más anhelado ideal, la Ordenación Sacerdotal. Y a los pocos días, su Primera Misa cantada, celebrada con gran solemnidad en la Parroquia de Santa Bárbara, en Sensuntepeque, dirigida entonces por los Padres Somascos.
Este 21 de octubre de 2006, se cumplen 50 años de aquella memorable fecha, cuando este distinguido hijo de Sensuntepeque logra su investidura sacerdotal, siguiendo los pasos de su primo Monseñor Benjamín Barrera y Reyes (QDDG), que fuera Obispo de Santa Ana.
La vida de Clemente Barrera como sacerdote, está marcada por su total entrega, dinamismo e iniciativa. Sus naturales dotes de pastor y organizador, las desarrolla primero, siendo Párroco en varios lugares de la Diócesis de Santa Ana, como Izalco y Metapán. Pero también, en la propia Ciudad de Santa Ana, donde se desempeña como Director del Seminario Menor en los años sesenta, como Párroco por muchos años, en la Colonia El Palmar y como Vicario General de la Diócesis, a partir de 1998. En premio a sus méritos, Juan Pablo II, lo elige y distingue con el título de Monseñor Prelado Honorario de Santa Ana, el 14 de Enero de 2002.
La obra espiritual desarrollada por este destacado sacerdote ha sido incalculable, como se puede constatar por los varios movimientos religiosos que él organizó y que permanecen activos. La obra física dirigida por él, asciende a unas 11 iglesias construidas, incluyendo la del Cantón San Marcos de Sensuntepeque. Este Cantón ha tenido la dicha de recibir sus visitas varias veces cada año, especialmente para celebrar sus fiestas patronales.
Además de los reconocimientos oficiales recibidos por la Iglesia Católica, la Asamblea legislativa y otras entidades públicas, privadas y de servicio, le entregaron reconocimientos especiales, en diversos momentos. Y la Municipalidad de Santa Ana nominó con su nombre, recientemente, la 37 Calle Poniente de aquella ciudad.
En la actualidad como sacerdote retirado, continúa desarrollando su labor pastoral de manera humilde, en el Santuario Expiatorio de Adoración Perpetua, cuya construcción dirigió él mismo, y que se ubica en la Urbanización Altos del Palmar de Santa Ana.
Vaya nuestra felicitación para Monseñor Clemente Barrera Rivas, en sus bodas de oro sacerdotales. ¡Que Dios le siga bendiciendo con salud y larga vida, para ejemplo de las nuevas generaciones!
No hay comentarios:
Los comentarios nuevos no están permitidos.