Nota: Después de mucho tiempo, vuelvo a escribir en este blog. Lamentablemente después del fallecimiento de mi hija Ana Carolina Velasco Hurtado, ocurrido el 29 de diciembre del 2024.
A continuación, una carta que dirigí a ella, pasados 30 días de su tránsito a la mansión celestial.
El autor
QUERIDA CARO: Han pasado más de 30 días desde que casi inesperadamente, emprendiste ese viaje sin retorno, al que todos estamos convocados. Nunca había sentido tanto una separación, como esta vez contigo. En estos
días, me he preguntado muchas veces, ¿por qué tuvo que suceder así?, ¿Por qué
tú y no yo que ya viví bastante?; ¿Por qué tan rápida tu partida?; ¿Por qué
las personas tan buenas como tú, tienen que marcharse tan pronto?... y no
encuentro las respuestas… Lo único que nos consuela es que como creyentes
sabemos que has ido a un sitio mejor y que si fuiste tan buena y tan justa en
la tierra, Dios te ha premiado con su gloria para toda la eternidad. También
hemos llegado a pensar como familia, que viviste tan intensamente tu vida,
que a tu corta edad habías alcanzado una gran madurez emocional y llegaste a
cumplir varias de tus metas de vida y de realización profesional como
normalmente lo alcanzaría una persona con una edad mayor. Y es que fuiste
un ser humano excepcional, así lo escuché de varias personas que me saludaron
la noche de tu velación. Allí estaban
gran parte de tus amistades: algunos maestros tuyos de coros, colegas
artistas con quienes cantaste tantas veces, jóvenes que recibieron tus
enseñanzas como alumnos, niños que se nutrieron de tus consejos y de las
técnicas para cantar bien, madres de familia que constataron los cambios
actitudinales y de aprendizaje en sus
pequeños hijos bajo tu dirección… y es que naciste con ese don maravilloso de
enseñar y de disfrutar lo que cantabas. Decías en
broma, que tú naciste unos decenios antes de tu venida al mundo, pues te
identificabas con los grandes maestros
y cantantes de los años pasados. Recuerdo que les decías con cariño: “mi tío
o mi tía”, pues los considerabas parte de tu familia. Tu sola
presencia infundía tranquilidad, cercanía, confianza, amistad y vibras
positivas. Por eso si alguien llegaba a ser tu amigo o amiga lo era para
largo tiempo o para siempre. Por las mañanitas
al despertarme casi siempre pienso en ti, pero lejos de pensar en cosas
bonitas de los días tan agradables que vivimos, la mente me traiciona y te
veo en la situación de tus últimos días y no puedo menos que llorar tu
ausencia. Pero tengo que seguir aprendiendo poco a poco a vivir sin ti… Eras una
joven integral que vino al mundo para dejar huella con tus buenas obras. En
verdad tus principios y valores marcaron el rumbo de tu vida, pues la
sinceridad, la honestidad y el buen tino te hacía tan completa. En cualquier
ambiente marcabas la diferencia de chica madura y llena de cualidades.
Siempre te decía “que te habíamos mandado a hacer a Ilobasco”, una frase muy
salvadoreña… Pero no sólo porque eras bonita, sino porque habías desarrollado
tu inteligencia intelectual y emocional al máximo. Cómo nos
haces falta… Eras maestra en tu disciplina “el canto”, pero también en las
actuaciones normales del hacer cotidiano. Cuántas veces al pedirte una
opinión era la más certera y aconsejable. Dios te había dado esos dones que
compartías sin ningún egoísmo, eras excepcional….En otro escrito describiré
sobre tus habilidades y capacidades especialmente para la música y lo haré
para honrar tu memoria y para que muchas personas que no te conocieron se
hagan una idea más completa de ti. Termino mi
carta de hoy para decirte que poco a poco aprenderé a vivir sin ti. Y que si
Dios quiso llevarte a tan corta edad, él te dará el premio merecido, como lo dice
Pablo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la
fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el
Juez justo, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos
los que aman su venida”. Un abrazo, a
Leonor, a tus abuelos, a tus tíos y tías y a tantos familiares y amigos que
gozan de la vida eterna. Saludos de
tus hermanos, de tu esposo, de tus sobrinos y cuñadas. Y de toda la familia. Hasta luego,
te amo para siempre. Nota: Te mando las flores que hoy adornan nuestro jardín de la casa. |